miércoles, 27 de marzo de 2019

EN LA NOCHE EN LA QUE BRILLAMOS NO PUEDES VERNOS. NUESTRO MENSAJE ESTÁ CIFRADO POR EL ***** QUE NOS **** PARA SIEMPRE. BUSCA EN EL ORDEN CORRECTO. SOMOS TRES. SOMOS TRES.
ESA CANCIÓN HABLA. ESA CANCIÓN PARECE HABLAR. SI TE ACERCAS A ELLA, DEJAS QUE SE ABRA EN TU VENTANA Y BAJAS HACIA ABAJO, ACARICIANDO LA RUEDA CON TU DEDO, VERÁS EL REFLEJO, EL REFLEJO DE LO QUE NECESITAS. PERO ESE REFLEJO ESTARÁ OCULTO. NECESITARÁS QUE LO MÁS RECIENTE APAREZCA PRIMERO.
EL PASADO QUE VES ES LA LUZ QUE YA NOS DEJÓ ATRÁS.

jueves, 16 de abril de 2015

Promesas.

   Su mirada había cambiado desde el momento en que aquella extraña silueta apareció frente a ellos, en mitad de la fría nada. Tras ella no había estrellas, tan solo la más completa oscuridad que lo envolvía todo con su manto. Los ojos de Axel y de Zayro brillaban en el interior de la nave, que no les protegía de los pequeños escalofríos que subían y bajaban por sus espaldas. Aquella cosa existía y estaban frente a ella.
¬¿De verdad crees que estará ahí dentro?- preguntó Zayro esperando no tener que entrar en aquel lugar.
¬No hay otro lugar.-respondió observando lo que sus maestros denominaron Tártaro, la prisión de las bestias a las que sus padres derrotaron en el principio de los tiempos, condenadas a vagar por la eternidad.
¬Si lo abres, sabes lo que pasará.-advirtió, siempre con el objetivo de poner rumbo a casa. La idea de lo que podía haber en el interior lo aterraba.- No creo que sea buena idea dejar a salir a...- no sabía lo que había dentro, por lo que el silencio fue mejor definición.
¬Necesito ese libro.-Los ojos de Axel estaban fijos en aquel lugar, pero no era la mirada aterrada de su amigo, esta era distinta. La mirada de quién a contemplado la muerte dos veces y sabe cuál es su destino. Él nunca había estado ahí antes, tan solo conocía las historias, sin embargo, algo en él le decía que ya habían entrado en aquel lugar y que, de algún modo, sabría que no saldría.
    No hubo más palabras. Como el joven Alekai les indicó, no movieron la nave que los había conducido hasta allí, simplemente se desvanecieron hasta el interior de la estructura. Como siempre a la hora de hacerlo tenían que tener en mente el lugar al que se dirigían. Esta vez, al no haber estado nunca en el Tártaro se ayudaron de un dibujo que Alekai les proporcionó antes de caer contra la superficie de Ëreva. Su dibujo era muy sencillo y bien elaborado. Representaba una sala interior oscura y llena de rocas que parecían no responder a ninguna lógica de construcción, como si aquel lugar fuera el resultado de la colisión de dos grandes rocas. Axel procuró alejar la mente de Alekai y con él la rabia que le producía su injusta muerte. Ambos contemplaron su dibujo y desaparecieron de la nave, enterrándola en un silencio que tan solo la muerte proporciona.

   El dibujo se hizo real tan pronto la neblina oscura los dejó ver lo que erróneamente parecía una estancia. Ante ellos se extendía un espacio inmenso, un vacío de colores rojizos y negros en los que, aunque no los viera, Axel sentía la presencia de seres monstruosos, criaturas capaces de hacer palidecer a sus peores y más poderosos adversarios. Se encentraban en un risco de piedra que los mantenía sobre algo plano y no suspendidos en el vacío . Tras ellos lo que por fuera era una estructura cerrada de piedra desde ahí parecía una gran muralla irregular que se extendía hasta un final incierto. "Una jaula para los demonios" pensó Axel. Recordaba las pesadillas que aquel lugar le traían.
¬No entiendo.-replicó Zayro frustrado.-¿qué hacemos aquí?
Axel no respondió, pensaba en su siguiente paso tratando de recordar algo. Era la incómoda sensación de un recuerdo que no llega, de algo que sabes que está ahí pero no consigues ver.
¬¿Axel?
¬Es ahí.-señaló. A su derecha  y de forma casi imperceptible se elevaba un habitáculo de rocas irregulares. De no ser por las inscripciones que poseía en la puerta cualquiera habría tachado el lugar de caverna. Axel se dirigió con paso firme al lugar y se adentró en él, ignorando a Zayro que trataba de decir algo tras él. Algo lo movía a seguir avanzando.
   La estancia era más grande de lo que por fuera parecía. Estaba rodeada por columnas desgastadas y algunas inscripciones maltratadas por el tiempo. Al fondo, en la pared, un relieve monstruoso resalía de la pared. Una bestia quedaba grabada en ella, de formas extrañas y curvas. El tallado era tan perfecto que sin duda parecía que aquella cosa hubiera quedado atrapada en la misma roca de ese lugar. Entre la pared y ellos es elevaba un montículo que en sus tiempos pudo haber sido algo interesante, ahora no eran más que piedras resquebrajadas y polvorientas. Sobre ellas había un libro. De pastas rojizas y doradas cubiertas de polvo no había título en él, ningún símbolo, nada. Era un libro corriente. Zayro así lo vio que decepcionado comenzó a ojear el exterior en busca de peligros. Para Axel no era cualquier libro. El cuerpo se le estremeció y sintió como un nudo se le formaba en el estómago. No sabía que hacer. Había pensado en ese momento miles de veces pero ahora que llegaba se encontraba perdido, confuso. En ese libro estaban sus palabras, no las de Axel el hijo de los cinco grandes, el Axel de antes. Ni siquiera sabía ese nombre, el de esa persona desconocida que algún día fue. Tan solo sabía que en el libro estaba una de las respuestas que buscaba y que no había vuelta atrás.
   Se inclinó y acarició el lomo del libro tratando de colocarlo. Observó el exterior detenidamente disfrutando del momento, ajeno a todo lo demás. Tanto que no pudo ver lo que ocurría ante él. Pequeñas grietas se retorcían en la roca, dejando el relieve en un millar de pequeñas lineas que volvían a quebrarse entre sí. La imagen llegó primero a Zayro que no pudo quedar aterrorizado.
¬¡Axel!
   Ante él la terrible bestia del relieve se revolvía ante él. Tenía dos enormes ojos amarillos que lo observaban fijamente, como si lo conociera de hacía tiempo. Sus extremidades eran escamosas y terminaban cada una en potentes garras que afiladas como cuchillas arañaban el suelo, produciendo un sonido estremecedor. Del resto de su cuerpo sobresalían cuernos y protuberancias que lo hacían aun más aterrador a ojos de cualquiera. Las pesadillas habían llegado.
¬Y quiénes, he de saber, son nuestros invitados.-dijo moviendo su lánguida cabeza rápido. Su voz era grave y atronadora.-Hace mucho que no viene nadie a visitarme...
Zayro agarró del brazo a Axel y lo incorporó junto a él, tratando de alejarse de la bestia ante ellos, que se acercaba cautelosamente como un tigre que acecha a su presa.
¬A dónde os vais, me pregunto. Dos extraños en estas tierras de sombra. No sois de por aquí.-continuó la criatura, que se aproximaba sin miedo.
¬Soy Axel, hijo de los cinco.-explicó avanzando un paso hacia el demonio. Éste retrocedió un instante.
¬"Los Cinco"...-repitió pensativo y con los ojos aun más amarillos.-Solo he conocido a unos "los cinco", fueron esos los que me condenaron a estar en esta pared por la eternidad a observar este libro que con tanto tacto tocabas.-La bestia miró el libro rojo y después a ambos.-El hijo de los cinco será tu título entonces. Cuál será el de tu amigo, me permitirás saber.
¬Es mi guardián.-respondió. Esa cosa no le temía en absoluto, ni tampoco temió a sus padres en su momento. Una preocupación lo alteró. Puede que no hubiera sido buena idea.
¬Un guardián.-repitió asombrado.-Una vez conocí a un guardián. Se hacía llamar Séfiro. Sí, jamás olvido un nombre.-Al decir esto sus fauces se abrieron más de lo normal dejando ver hileras de blancos dientes, punzantes como navajas. Tras un momento pensativo prosiguió.-He de suponer que queréis este libro.
¬Así es.-admitió Axel, que provocó la risa de la bestia.
¬Ese libro tan solo pude leerse fuera de esta sala, aquí dentro no encontraras más letras que las de mi nombre escrito en el techo.-explicó con su sonrisa malévola y a la vez indiferente. Perecía disfrutar de la ignorancia de sus visitantes.
¬Nos llevaremos el libro entonces.-propuso Zayro que en segundo plano buscaba la manera de salir de la situación. Esto provocó una risa increíblemente temible.
¬Podrías hacer eso, sí.-dijo la bestia moviéndose hacia ellos con soltura y ligereza.-pero entonces desataríais una guerra ahí fuera.   Hubo silencio entre los tres. Tan solo el demonio parecía elucubrar planes en ese momento
   Finalmente un sonido de látigo cortó el aire. Tan solo fueron segundos. La bestia agarró a Axel con su cola y lo aproximó a sus fauces, no hubo reacción en nadie. La criatura susurró en el oído de Axel unas palabras que provocaron una inmediata reacción en su rostro. Tristeza. Tan pronto lo cogió lo depositó delicadamente en el suelo con la mirada aun fija en Axel.
¬Tengo demasiados años como para preocuparme de un libro.-alegó con sus ojos amarillos fijos ahora en el libro.-Haced de él lo que os plazca.
   La criatura se plegó en la pared de la que había salido y con un crujido quedó inmóvil de nuevo. La sala estaba de nuevo como antes. Zayro se apresuró a analizar a Axel en busca de heridas o de alguna treta del demonio. Él simplemente observaba el libro con la misma cara con la que el demonio lo había depositado en el suelo. Se aproximó a él y lo cogió con firmeza observando de nuevo sus tapas, que sorprendentemente seguían suaves.
   Juntos salieron de la sala y Axel indicó a Zayro que se detuviera. Observó la zona y pudo divisar un saliente alargado que se extendía hacia el largo vacío ante ellos. Parecía un puente inacabado. Pusieron tumbo a él y no tardaron en llegar. La física en ese lugar era un factor secundario, nada seguía reglas. todo era caos y sin sentido.
¬Quédate aquí.-expresó Axel a su amigo con una sonrisa que, aunque sincera, costó una vida producir. Zayro no dijo nada. Estaba preocupado por su amigo que ahora se aproximaba al borde de aquel saliente, al vacío.
   Lo siguiente ocurrió demasiado rápido. Axel se arrodilló en el final de aquel saliente, como una península flotante. Allí abrió el libro y comenzó a leer. Al poco tiempo una criatura se elevó de las profundidades del vacío destrozando lo único que comunicaba la zona de roca con el pequeño islote flotante en el que ahora se encontraba Axel, aun de rodillas. Zayro no pudo contener la expresión de sorpresa y comenzó a gritar vivamente hacia su amigo que parecía ajeno a la situación. Continuaba allí, con la cabeza gacha observando el libro bien abierto. Intentó saltar hacia él pero fue inútil, algo se lo impedía. Una fuerza lo hacía chocar una y otra vez como quien salta contra un muro de roca, un truco que le había visto usar a Axel numerosas veces en la batalla. El rostro de Zayro palideció. Qué estaba pasando. Intentaba cargar con todas sus fuerzas contra el muro aunque era inútil, no podía derribarlo, tan solo observar, pues hacia ningún lado tenía la posibilidad de atravesar la barrera. La bestia que había destrozado el puente se colocó frente a Axel y lo observó con sutileza, una sutileza que transmitía odio por todos los brillos que salían de sus humeantes formas. Con la forma de unas enormes fauces, la bestia engulló a Axel, que desapareció un instante, entre el humo. Éste no tardó en adquirir un brillo blanquecino y disiparse dejando ver de nuevo al joven, ahora de pie con los puños cerrados, como si contuviera en el una pesadisima carga a punto de estallar. Zayro aun continuaba inmóvil en su pequeño espacio invisible. Ante él, Axel caminaba sobre una espesa neblina que se formaba bajo sus pies, permitiéndole avanzar. Se colocó de nuevo en la zona rocosa frente a Zayro, a quién observaba aun con un extraño rostro de tristeza.
¬¡Tenemos que salir de aquí ya!-gritó Zayro enfurecido. Estaba convencido que ese campo de fuerza era cosa de su amigo que no dijo nada. tan solo lo observaba, en silencio.-¡Axel!-reiteró.
¬Tienes que salir de aquí.-le dijo con la mirada fija en sus ojos. Su tono serio preocupó de verdad a Zayro, una preocupación que se hizo casi tangible.
¬¿Qué quieres decir?
   Axel no dijo nada. Se levantó y elevó sus manos hacia el gran muro de piedra que sincronizadamente comenzó a abrirse se una forma espectacular. Cada piedra encontraba su lugar dejando un gran agujero en el muro desde el cuál era casi visible la nave con la que habían llegado. Zayro no sabía que Axel supiera hacer eso.
¬No podrás desvanecerte, tendrás que salir por ahí-indicó.
¬No, ¿y tu?-pregunto muy confundido.-¿Qué está pasando?- Axel no quiso responder, pero su amigo, encerrado, volvió a insistir.
¬Ahora sé lo que debo hacer, Zayro.-respondió casi entre lágrimas.-En ese libro hay algo más que una respuesta, estoy yo.-Su amigo no dijo nada, simplemente lo miró preocupado.-Ahora quiero que me hagas una promesa.
¬¿Qué promesa?
¬Prométeme que me dejarás marchar, que veas lo que veas no intentarás detenerme.
¬Axel, sabes que yo...-replicó
¬Promételo.-insistió interrumpiéndole. Zayro guardo un minuto de silencio y se quedó pensando en lo que ocurría. Esa era la promesa más arriesgada que su amigo le había hecho hacer, sin duda, pero no le quedo más remedio que confiar, y saltar.
¬Lo prometo.
   Axel sonrió y se inclinó ante su amigo. extendió su brazo izquierdo para mostrar sus lustrosos tatuajes. Señaló uno de ellos, uno de los más hermosos. Zayro lo reconoció en seguida y lo buscó en su brazo también. las líneas curvas recorrían el interior de sus muñecas con un estilo y una belleza impresionantes, Nunca habían llegado a descubrir el significado de ese tatuaje, el único que ambos compartían y el que les había conducido a aquella quebrantable amistad.
¬Significa promesa, Zayro,-dijo sonriendo.-y las promesas nunca se rompen.
   Zayro estaba en el suelo y observó como Axel se incorporaba y miraba hacia el vacío. Tras unos instantes le devolvió la mirada, que pronto quedó envuelta en un poderoso humo negro y a la vez brillante. Éste empezó a envolverlo con cada vez más ansia, como si se tratara de un montón de pirañas. Pronto supo que algo iba mal, la presencia de su amigo, ahora envuelto en la niebla se desvanecía, como una bombilla que titilaba hasta apagarse. El humo se volvió blando y no tardó en estallar en todas direcciones, golpeando a Zayro que luchó por buscar a su amigo tras la brillante eclosión que destruyó la prisión invisible en la que estaba. En el mismo lugar ahora podía observar el cuerpo de Axel en el suelo boca arriba y con los brazos abiertos, sin vida. Sus ojos estaban abiertos y habían perdido todo el brillo que los caracterizaban. Corrió alarmado hacia él. Al tacto estaba frío como la roca que los rodeaba, era un cuerpo sin vida, ya no era nada. Zayro gritaba y zarandeaba a Axel con brusqueza tratando de despertarlo, de demostrarse que no era más que un truco. no lo era.
   Al otro lado del gran agujero se comenzaron a oír sonidos extraños, naves. Eran blancas y se adentraron en el Tártaro aterrizando frente a ambos. De una de ella salió Eva que no tardó en llevarse las manos a la cabeza, espantada por la imagen que ante ella se mostraba. No tenían tiempo. A lo lejos más bestias se arremolinaban en el vacío, alarmados por el destello. Con fuerza, Eva soltó a Zayro del cuerpo sin vida de su amigo que yacía aún con los ojos abiertos. Los gritos de Zayro atravesaban el muro y rebotaban en cada piedra. Se adentraban incluso en el habitáculo en el que momentos antes, la bestia de la pared advertía a Axel de las consecuencias de sus decisiones. Incluso ese demonio oyó los llantos del desesperado Zayro, que se encontraba ya en una de las naves, camino al exterior. Eva en cambio seguía observando a su amigo en el suelo, perpleja y confundida. Tras unos instantes reaccionó y lo agarró como pudo también envuelta en lágrimas. Una vez en la nave, indicó a los pilotos que salieran de aquel infierno y que pusieran rumbo al Aetos, que estaba ahora reconstruida en gran medida.

                                *                     *                 *                 *                    *

   La gente vestía túnicas negras que eran mecidas por el viento que soplaba en la cima de la gran torre nueva de Aetos. Eran figuras encapuchadas y sombrías, alguna que dejaba resbalar alguna lágrima y otras que simplemente observaban la escena. En el centro de la gran plaza se encontraba un precioso sarcófago que flotaba en el aire. Estaba rodeado de flores blancas y azules que parecían brillar en aquella noche. Sobre ellas, el cuerpo de Axel yacía inerte, aunque con tal delicadeza que cualquiera podría confundir la muerte con profundo sueño. Como era tradición, el sarcófago comenzó a avanzar en línea recta hacia el borde de la plaza. Al principio de esta los llantos de Eva y de Ella hacían de la tristeza un sonido tan tangible como el aire. Sus lágrimas dejaban sus rostros cansados y somnolientos. Entre ellas se encontraba Zayro, que miraba hacia la flecha prendida que tenía en posición, incapaz de mirar a su amigo, que se encontraba ya a lo lejos, flotando en el aire sobre la ciudad. Eva colocó la mano en su hombro, indicándole que era el momento. Éste tensó el arco y soltó la flecha que llama blanca que flotó por el aire de forma majestuosa, mezclándose con las estrellas. Al caer, su estela blanquecina  creó una hermosa figura en el aire, antes de que el cuerpo de Axel quedara envuelto en las llamas blancas de le mecha. Tan pronto esto ocurría, los encapuchados flexionaban sus arcos para imitar a Zayro. Estas flechas, al igual que las de Alekai no caían, tan solo subían iluminando el cielo con miles de puntos brillantes. El joven de pelos negros y despeinados observaba como su amigo se iba, la persona por la que había luchado toda su vida, y la persona que tanto amaba. Recordó su promesa y pese a ello se sintió impotente, incapaz de hacer nada. La última vez que algo así ocurrió aún sentía la presencia de Axel tratando de regresar. Esta vez no había nada, tan solo un gran vacío. Un abismo.
   Las llamas cesaron de arder y con la última que ascendió al cielo, se fue lo que quedaba de Axel que ya no era más que el recuerdo de sus amigos, que cada uno, dolido, se adentraba en la torre pensando en lo ocurrido y lo que llegaría entonces.
































































lunes, 3 de noviembre de 2014

Diario de Ella. (1)

   Hola de nuevo. Sé que hace ya bastante tiempo desde la última vez que te conté algo, pero sin ninguna duda mi día de hoy merece la pena ser recordado, aunque al menos sea en papel.
   Como todos los días, me he despertado a las siete de la mañana y... ¡Qué sueño! Sin duda hoy mis sábanas tenían un pegamento más fuerte. Sé que es imposible dejarme marchar pero, en fin... El sol brillaba como siempre, aunque nunca superará el sol de Karia, eso sí es una estrella. He desayunado como siempre mis cereales favoritos pero no me ha tocado el regalito que quería, (desastre). Por no hablar de que Jero estaba como una moto y no me dejaba salir de casa. Era como si volando de un lado a otro me hubiera estado diciendo lo que me esperaba.
   Como siempre (otra vez), he tenido que correr para llegar al transaéreo, necesito una nave... Aunque he de reconocer que me relajo mucho en él. corriendo el riesgo de dormirme otra vez. 
   Todo pintaba como un día más, un día cualquiera en mi maravillosa rutina (nótese la ironía). Llegué a mi oficina y empecé con mi papeleo. Hojas blancas llenas de letras aburridas... Ya sabes de qué hablo porque me he quejado muchas veces. Y... Jero está destruyendo mi sofá.
   A ver, por dónde iba, ¡Ah, sí! me quejaba de mi oficina (odio a mi jefe). Ya se venía diciendo desde hacía días, el gran Axel necesitaba un nuevo canciller y los sorteos iban a comenzar. Sinceramente, no sé porque tanta exaltación hacia ese Axel, a mi me parece un niño mimado que no sabe hacer nada solo, pero ese trabajo me cambiaría la vida, ¿Te imaginas?. Yo con mi propio despacho, en la torre... Ay... Que bien suena. Y adivina, ¡He salido elegida! No podía creérmelo, cuando saqué mi pantalla lo vi, una entrevista con Axel en la Torre. Esa era la oportunidad de la que te hablaba ¿Recuerdas? Entonces corrí por el parque de los almendros hasta llegar aquí, me puse lo que creí más bonito esperando que se fijaran más en mis ojos que en lo que llevaba encima y salí corriendo hacia la Torre como si supiera que mi vida fuera a cambiar por fin. 
   No te imaginas como es ese sitio... ¡Simplemente la entrada es enorme! Dicen que lo construyó él mismo, si así fue no tiene muy buen gusto, yo habría elegido otro tipo de piedra. A lo que iba, es enorme, todo el mundo camina de un lado para otro ocupada, tan importantes... Tuve que preguntar cómo subir porque la verdad no tenía ni idea, aunque debí haberme imaginado que habría un ascensor (ya ves...). La subida fue tan maravillosa, ojalá pudieras haberlo visto. Todos los edificios bajo mis pies mientras subía rápido hacia el cielo. Jamás olvidaré esa subida.
   Las puertas se abrieron tras de mí y vi el interior. ¡Qué pasada! las columnas, las alfombras, todo lleno de gente vestida de gala (y yo con un traje gris de mala muerte) No me acordé de que estaban celebrando la fiesta de jubilación del antiguo canciller (que cabe destacar está muerto, curioso sentido del humor) Las élites de Aethos ahí arriba, bueno... y yo, sin saber d dónde ir, ni dónde meterme. Mientras caminaba un señor viejo me dijo que estaba muy guapa, aunque estaba un tanto ebrio... Que decoración, todo brillaba y podía verse el exterior más lejos, que belleza. 
   Al cabo de un rato un hombre muy simpático me reconoció y me dijo que le acompañara. Nos montamos en otro ascensor y subimos unas cuantas plantas hasta llegar a una gran sala. Parecía una casa, y estaba rodeada por grandísimos ventanales, era muy bonita. Me indicó que entrara en una sala más pequeña. Yo entré. Era un despacho enorme con colores anaranjados, y en la mesa vi a un joven con el pelo castaño, algo despeinado. Le estaba pegando porrazos a un aparato de hologramas a la vez que pataleaba al ordenador. Me quedé extrañadísima. El mensaje de mi pantalla estaba nombre del director de consejería de la Torre, así que supuse que sería él. 
   Le pregunté que qué hacía. Ni siquiera me miró. Simplemente siguió golpeando el trasto que tenía en la mesa algo frustrado. Y entonces fue cuando casi muero del susto. Detrás de mí una chica me dijo que era imposible que me hiciera caso porque estaba demasiado ocupado demostrándose lo poco que sabía de informática. La chica tenía unos ojos verdes enormes y estaba apoyada en la pared con una cara de desaprobación. Se acercó a mi y me dijo que se llamaba Eva a la vez que me daba la mano. Yo le di mi nombre. Llevaba su pelo negro recogido en una desaliñada coleta. Me dijo que por más que Axel fuera tan poderoso jamás lograría aprender a encender el holograma. Axel la oyó aunque siguió a lo suyo. Ese era Axel... vaya... No  dije ni buenos días... ¿Quitará eso puntos?        Axel no dijo nada más que "lo he oído" y siguió a lo suyo aporreando el chisme de su mesa. Eva me sacó de su despacho. Era muy simpática y me ha caído muy bien. Me acompañó al ascensor y me dijo que volviese mañana. Me lo dijo como si al darme la mano ya lo conociese todo de mí... fue extraño. Y nada, aquí estoy. Mañana no creo que tenga tiempo de escribirte además de que ya me quedan pocas páginas. Siempre dices que escriba en archivo, pero sabes que siempre me gustará más la hoja y el bolígrafo. Dentro de poco te enviaré el diario como siempre para que lo puedas leer y me sermonees como es debido cuando nos veamos de nuevo.
Ya sabes lo mucho que te quiero mamá, dale recuerdos a Jakai. Dile que me encantó el vídeo que hizo para su escuela.
Un abrazo. 
Ella. 












martes, 28 de octubre de 2014

La traición.

   El dolor aun recorría el cuerpo de Axel como si una aguja se resbalara por su interior. Sentía que no podía moverse, como si aquel rayo hubiera borrado todas sus fuerzas de golpe. Ni siquiera habría sus ojos, incapaces de relajarse por el dolor. Notaba cómo la nave avanzaba dibujando una pequeña diagonal alcanzando gran altura, sonando en ese momento la advertencia de atmósfera artificial. Estaba aturdido, no sabía lo que ocurría ni dónde lo había llevado su captor, del que tampoco sabía nada. Simplemente apareció y lo disparó sin mediar prácticamente ninguna palabra. A pesar del dolor, aun era capaz de oír los movimientos de Catriel por delante de él que producía sonidos metálicos.
   Poco a poco comenzó a orientarse a medida que el dolor desaparecía y sus ojos se abrían de nuevo. Se encontraba en lo que parecía una celda. Estaba coronada por un techo ovalado con el artefacto que lo disparó antes en su zona central apuntando hacia abajo. Se levantó y se dirigió hacia la única zona en la que parecía dar al exterior, pues las paredes eran oscuras y opacas. Se asomó  por el extraño panel apoyando las manos sobre él, notando su increíble suavidad. Al hacerlo, Catriel se volvió para mirarlo.
¬Vaya, ¿Ya te sientes mejor?-preguntó con un tono que se alejaba del sarcasmo.
   Axel no respondió, simplemente le dedicó una de sus fulminantes miradas. De esas que se clavan como puñales en el rostro.
¬Veo que sigues igual de hablador.-dijo. Por algún motivo, esa mirada lo hacía sentir incómodo.
¬Quién eres.-preguntó sin ni siquiera entonar las interrogaciones.
¬Ya hemos tenido esta conversación antes, creo recordar.-respondió haciendo amago de volver a sus tareas.
¬Me has dicho tu nombre,-afirmó,-pero no quién eres.
   Catriel se detuvo. Se quedó pensativo por unos segundos ya que, no conocía la respuesta a esa pregunta en verdad. La voz y la seriedad de las palabras de Axel lo hacían sentir cada vez más incómodo. Ninguno de los otros inmortales que había capturado eran como él. Eran arrogantes y orgullosos y podía sentir su miedo y falsedad. Sin embrago, Axel era muy distinto. Podía notar como no lo temía en ningún sentido, como si fuera capaz de abrir su celda y escapar en cualquier momento.
¬Y qué importa quién soy.-dijo mirándole desde su posición.- El creador te reclama, supongo que eso es lo que debería importarte.
   Axel comenzó a reír. Pero no era una de sus risas forzadas o sarcásticas, esta era de verdad, una carcajada limpia que inundó el espacio. Catriel lo miró extrañado. Odiaba la sensación de que siendo él el captor fuera el que menos parecía saber acerca de lo que sucedía.
¬¿Te resulta gracioso?-preguntó dejando revelar casi por completo su tono de curiosidad.
¬Pues sí, en verdad.-respondió intentado recuperarse de la risa, que parecía volver intermitentemente.-Mira, no sé quién te habrá contado esa estupidez, pero si tuvieras una mínima idea de lo poco que sé de mí, verías que mi "creador" no existe.-dijo mintiendo parcialmente. Quería comprobar lo que su captor sabía de él.
¬¿Y qué sabes que yo no sé?-dijo acercándose más a Axel, demostrándole así que ciertamente no tenia ni idea. Las tornas habían cambiado. Pese a que Axel era el cautivo, parecía que era él que tenía el control.
¬A ti te lo voy a decir...-dijo burlón mirándole con los ojos entreabiertos.
¬Está bien, no me interesa lo más mínimo.-mintió irritado por Axel. Ahora estaba completamente seguro de que no le tenía ni la más mínima pizca de miedo.
   Catriel volvió a sus actividades. Preparaba el motor desde su panel horizontal para el largo viaje de regreso a la vez que pensaba en la conversación. Se sentía estúpido, como si todo lo que sabía fuera una inmensa trola. Desde su posición observaba que ya se encontraban en una de las zonas más elevadas de la extensísima atmósfera del planeta. La gravedad artificial no tardaría demasiado en activarse, unos minutos de pesado silencio interrumpido por alguna que otra risa proveniente de Axel, que aun se reía al recordar la conversación. Había tenido tantos enemigos y había sufrido tantas amenazas como esa que no pudo evitar echarse a reír.
   La nave ascendía y el silencio ya era total. Detrás de Catriel, en la celda Axel se arremangaba su traje de un material sólido y flexible al mismo tiempo. Al hacerlo dejaba al descubierto su muñeca cubierta de marcas lineales negras y un pequeño brazalete negro, en cuya parte superior al igual que en un reloj se extendía una parte más lisa con una pantalla agregada. Lo miraba repetidas veces como esperando una respuesta de él. Había estado antes en una celda como esa por lo que desvanecerse, que era su usual medio de transporte, era imposible pues cada vez que lo intentara el rayo que colgaba sobre él lo dispararía sin dudar y no estaba dispuesto a soportar ese dolor de nuevo. Puestos a esperar comenzó a tararear una canción que aprendió hacía tiempo. Se trataba de una oda a una gran victoria de los pueblos oscuros. La tarareaba con gracia y sin errores en su melodía. Siempre le gustó esa canción, aunque la batalla era incluso más antigua que él. En el cenit de su interpretación quedó interrumpido por un pitido prácticamente inaudible proveniente de su brazalete. Este inició una corta cuenta atrás, marcando cada segundo en un círculo rojo, que como un corazón, latía a cada segundo que pasaba. Axel se acercó al panel del suave material y miró al Catriel luchando por no reírse de nuevo.
¬¡Eh!-gritó haciendo que se volviera para mirarlo.-Verás, no es nada personal, pero...-continuó tratando de emular las palabras de su captor horas antes.- Me temo que no puedo quedarme aquí por más tiempo, tengo... digamos que otros problemas.
   Catriel no pudo responder. Un inmenso estallido hizo que la nave se balanceara de lado a lado bruscamente. El humo y las llamas se extendían en algunas zonas abriéndose paso hasta el interior. Axel volvió a cubrir su muñeca y se sujetó como pudo para no rebotar mientras que Catriel intentaba controlar la situación atónito. Otro impacto hizo que el captor cayera bruscamente hacia la derecha hasta golpear con la pared. En cuanto a Axel, su celda estaba hecha añicos por lo que no le fue difícil escapar de ella. Incluso se tomó su tiempo para esquivar los fragmentos y las llamas que quedaban esparcidos por el suelo. Se detuvo frente a Catriel que trataba de levantarse del duro golpe y con sus dos dedos en la frente como gesto irónico desapareció sin más envuelto en el humo que siempre acudía por él.
   Inmediatamente Axel apareció en una amplia lanzadera. Extrañado, pues no era una de sus naves blancas, examinó el interior. Pudo ver a Alekai con su gracioso pelo rojo y su rostro joven, pero esta vez no era su típico rostro risueño. En su mirada parecía estar grabada a fuego una inmensa preocupación, como si algo terrible acabara de pasar. Lo ignoró por el momento y se limitó a observar lo que acontecía por encima de él gracias al techo semitransparente de la nave, que se mantenía inmóvil en el aire. La estructura negra de la que había escapado era ya casi prácticamente irreconocible atravesada una y otra vez por un humo negro que dibujaba la forma de un misil en el aire al avanzar. Era inconfundible Eva desahogándose con la nave de su captor, que seguramente habría escapado ya. La ensartaba una y otra vez expulsando inmensas llamaradas de ella y dejando caer escombros hacia abajo que chocaban contra los escudos de la lanzadera.
   Al cabo de un rato, ya no quedaba nada que destruir, y los últimos restos de la majestuosa nave descendían bruscamente hacía el suelo. Sobre la lanzadera aun volaba Eva que en un vuelo recto despareció esparcida en el viento. Un instante después apareció frente a Axel, y tenía la misma cara que Alekai. Algo iba rematadamente mal.
¬Eso ha estado muy bien, ya pensaba que no llegabas, ¿Dónde está Zayro?-dijo con un tono orgulloso y despreocupado, como si le diera la enhorabuena a a su amiga.
¬Deberías sentarte.-dijo Eva solemne, borrando todo resquicio de gracia de la cara de Axel, convirtiéndolos en una creciente preocupación.
¬¿Qué pasa?-dijo impaciente a la vez que se sentaba, pues sabía que Eva no diría nada hasta que lo hiciera.
¬Ha pasado algo, Axel.-dijo.-y no te va a gustar.
   Axel no respondió, simplemente escuchó con pesar lo que su amiga le contaba, sintiendo como el mundo se le echaba encima, una vez más.
¬Cuando ese te capturó, fuimos a ver a Séfiro.-comenzó.-Esto ya había pasado antes, un rescate, al fin y al cabo.-dijo asustada sin querer seguir.- Supuse que la lanzadera estaba defectuosa, que el rumbo era incorrecto, pero tú sabes también como yo quién controla esas naves.-prosiguió.- Llegamos hasta Séfiro, no nos esperaba... Tampoco dijo nada. Con él estaban todos los guardianes convocados junto con Zayro, y...-Eva estaba tan nerviosa que dejaba caer el sentido de sus palabras.
¬Y nos atacó.-dijo Alekai ayudándola.- Cuando llegamos, todos los guardianes, incluido Zayro, nos atacaron sin dudarlo.-explicó.-El Peritéreo nos sacó de allí a tiempo y borró nuestro rastro. Es más que evidente que Séfiro quería que tanto tú como Eva fueseis capturados por ese tal Catriel.
   Axel no dijo nada, simplemente trataba de asimilar el revés de información. Al ver que no reaccionaba, Alekai prosiguió, para tratar de explicarse mejor.
¬Séfiro controla a los guardianes que poseen conexión a él, y eso los engloba a todos menos a Eva que sabes, decidió romper esa unión hace tiempo.-dijo mientras se acercaba a Axel que lo miraba atento, con unos ojos de impaciencia y frustración.-Estaba preparando sus naves... Sea lo que sea, ya no es tu mentor y no creo que nunca lo fuese Axel.-dijo solemne.
   Eva lo miraba tan dolida como él se sentía. Como era posible. Ni si quiera era capaz de imaginarse a Zayro insultándolo ni mucho menos tratando de matarlo. Al parecer la reglas habían cambiado.
¬Ahora nos dirigimos al Peritéreo,-dijo Alekai sin esperar respuesta de Axel.- es el sitio más seguro al que podemos acudir, de momento.
   A Axel le daba igual su rumbo, solo podía pensar en lo que Séfiro había hecho a medida que la nave cobraba velocidad. Aun no lograba asimilar la idea de que la persona que menos probabilidades tenía de ser su enemigo ahora se tornara en contraria, por no hablar de la idea de que Zayro ahora estaba bajo su control. Siempre fue consciente de esa unión, pero la confianza que tenía en ambos no lo hicieron sospechar en absoluto. Axel no parpadeaba, aun parecía estar tragando lo que Alekai le había dicho. No quería creerlo. A su lado Eva sentada le agarró fuerte de la mano, tan preocupada por Zayro como por él. No podía evitar darle las gracias a Ella ya que fue quién le pidió que rompiera esa conexión con Séfiro. Juntos se reconfortaban a la vez que avanzaban por el silencioso y frío vacío del espacio hacia el inmutable toroide cuyos bordes quedaban difuminados entre la luz y el polvo, elementos que parecían borrar aun más todo cuanto Axel conocía,
































lunes, 27 de octubre de 2014

Los ojos de fuego.

   Las rocas flotaban en el vacío frío espacial, chocando de vez en cuando unas contra otras desperdigando partículas en el oscuro ambiente, iluminado únicamente por una lejana estrella azulada. Entre las rocas, podía divisarse la gran nave de Catriel que parecía ajena al incesante movimiento de las piedras espaciales, atrapadas en un continuo baile de gravedad y energía. Junto a su nave, se extendía un asteroide mucho mayor que el resto. De forma irregular y muy oscuro parecía liberar pequeños haces de luz rojiza, dando al ambiente un toque siniestro. Con su armadura bien ceñida protegiéndolo del frío, Catriel avanzaba lento sobre la roca que carecía prácticamente de gravedad.
   La luz de la lejana estrella iluminaba el panel verde de su casco una vez se detuvo frente a una elevación vertical. Sin más movimiento, de entre la oscuridad surgieron cuatro grandes puntos de luz roja que incluso eclipsaban la mediana luz del lejano astro azul. Ya fuera por el frío o por la sensación de oscuridad, Catriel no estaba agusto en ese lugar. Ya ni siquiera recordaba la primera vez que estuvo allí y lo vio por primera vez. Esos grandes ojos mirándolo fijamente como si lo radiografiase. Por más que siempre había intentado ver qué había tras esos grandes ojos, fuera lo que fuera quedaba oculto en unas sombras tan espesas que ni la luz atravesaba. Catriel no dijo nada, sino que dejo que los ojos lo examinaran.
¬Una vez más, honras la causa por la que luchamos.-dijo una voz con los bajos muy marcados, que parecía provenir de los mismos ojos.-Entrégamelo.
   Catriel dudó. Lo había hecho cientos de veces pero por algún motivo sentía que aquello estaba mal.
¬Piensa en lo que ellos nos hicieron.-dijeron los ojos.-Nos traicionaron, a todos. Mi sucia hermana defendía un principio imposible, un principio... cruel.-enfatizó.-¿Acaso crees que yo disfruto con esto?. Mi hermana os creó contra mí, y aun así yo te acepté como aliado, Catriel. Tus hermanos fueron los que intentaron destruirnos, los que abusaron de su poder y crearon sin pensar en las consecuencias de destruir.-continuó con su mirada clavada en él.-Tu misión nos llevará a la paz que tú quieres... tan solo debes entregarme la luz de ese inmortal.-finalizó.
¬Aun no lo entiendo, maestro.-replicó.- Este inmortal era igual a mí, no hizo nada en mi contra y menos en la tuya.
¬Entrégamelo.-insistió.
   Catriel cedió finalmente. Echó su mano derecha hacia atrás e inspeccionó una pequeña mochila acoplada a su armadura. De ella obtuvo un recipiente azulado con grabados de gran calidad. Abrió su tapa que parecía estar enroscada fuertemente al resto del objeto. De su interior, un pequeño halo de luz rebotó hasta los grandes ojos que lo observaban, indiferentes. La luz se apagó entre ellos.
¬Bien.-dijo.-Uno más, Catriel. Tan solo queda uno y por fin podré ser libre, para poner orden en el universo, una paz duradera que es lo que tu quieres, ¿No es así?.-insistió.
¬¿Quién es el último?-`preguntó serio, ignorandole.
¬Mi hermana lo ocultó en un sucio planeta.-explicó con tono irascible.- Uno de los originales. Él lo llama Renovatio.
¬Así te lo traeré-dijo haciendo amago de darse la vuelta, interrumpido por la voz.
¬Pero he de advertirte de una trampa.-avisó.- Un guardián desertor posee algo que... necesito.-dijo sin querer dar más detalles.- Debes traerme al que llaman Séfiro, pero si Axel aun no conoce de su traición, tráemelo a él.-indicó.
   A Catriel le pareció extraño. Nunca había recibido tantas indicaciones para una misión que había repetido ya tantas veces.
¬Está bien.-dijo perdido.- Así lo haré.
¬Bien mi útil aprendiz.-dijo satisfecho.- Pronto obtendremos nuestra victoria.
   Catriel dio la vuelta a la vez que los ojos desaparecían en la oscuridad de nuevo, como si lo que hubiera tras ella hubiera cerrado sus dos pares de párpados. Se encaminó a su nave pensativo y a la vez dolido. Trataba de recordar algo que diera sentido a todo lo que hacía, que hasta ahora era en son de las palabras de aquellos extraños ojos.
   En silencio entró en la nave. El largo recorrido hasta el puente le sirvió para pensar en su nuevo objetivo, Axel. Este le parecía distinto al resto pues aquella voz le había dado unas indicaciones que nunca antes había recibido. Era como si tomara precauciones en cuanto a algo. También recordaba el planeta por las leyendas que le llegaban como flashes. Recuerdos mezclados en sueños en los que cinco inmortales luchaban entre sí mismos hasta destruirse, no solo a ellos, sino a todo lo que los rodeaba. Sin embargo, el nombre de Axel no le resultaba familiar en absoluto.
   Sus pasos resonaban entre las paredes de uno de los pasillos metálicos de la nave y parecían agolparse en fila para formar el eco lentamente. Catriel procuró no pensar más, al menos no hasta llegar al puente. Una vez allí, extendió su mano a la altura de su cintura hasta dejarla sobre un pequeño panel horizontal. La parte del traje que rodeaba su mano desapareció hacia atrás con un sonido metálico dejando ver su mano blanca en la que se marcaban algunas venas, propias de un cuerpo joven. El panel interactuó inmediatamente con su piel, iluminándose y poniendo la nave en marcha, que una vez salió de la zona de asteroides emprendió su viaje a unas increíbles velocidades.
   Ni la luz de las estrellas era visible desde donde Catriel se encontraba de pie. Ni si quiera un sonido. Esta inmutabilidad lo dejó retomar, inconscientemente, sus pensamientos. Trató de hilar todo lo que creía saber. Lo primero que recordaba era despertar en aquella roca, donde los grandes ojos brillaban. Tenía la armadura puesta aunque el casco estaba plegado hacía atrás, oculto. Su joven rostro estaba herido bajo el ojo, una herida sangrante y dolorosa. No recordaba nada más antiguo por si mismo, a no ser que decidiera creer lo que aquellos ojos de fuego le contaron. Le habló de una gran guerra contra su hermana, a la que tachaba de débil pues creó a los inmortales como armas contra él. Le explicó que era una de esas creaciones, pero que era diferente, que su misión era la de acabar con las aberraciones que concibió su hermana. 
   Catriel trataba de no confundir las cosas, sin embargo algo no cuadraba. ¿Por qué no recordaba nada de esa guerra?. Aquellos ojos nunca le respondieron por algún motivo, simplemente le indicaron donde estaban esos inmortales y los consumió, para entregarle la luz a su maestro. Eso es lo único que realmente sabía. Así recordó que esta vez no debía consumir al inmortal sino capturarlo. No le sería complicado pues aquellos ojos le habían proporcionado las armas necesarias para hacerlo hacía ya tiempo. Sin embargo era la primera vez que tenía que capturar uno. De alguna forma sabía que era un inmortal, pero cuando los apresaba y los consumía se sentía tan diferente... Sus gritos de dolor se agolpaban ahora en su cabeza. Nunca le gustó hacerlo, pero, era lo que se suponía que debía hacer al fin y al cabo. Aquellos ojos no le habían querido decir más, y él nunca se atrevió a preguntar.
   Una alarma invadió el espacio con su potente sonido alejando a Catriel de su absentismo. En unos segundos la nave se detuvo en seco, devolviendo al exterior su luz, que rozaba en los bordes del enorme planeta indicado. Más allá de él, a su derecha pudo observar una extraña figura toroidal, que rodeada de sombra le producía una curiosidad inevitable. Una curiosidad que alejó de inmediato pues no era a lo que había venido. 
   Más próximo al planeta, hizo descender la nave habiendo antes localizado a su objetivo, que parecía estar desplazándose en una lanzadera blanquecina, entre los pilares de la superficie. Al verlos un destello cruzó su mente. Era como si ya hubiera visto esos pilares, como si ya hubiera estado ahí antes, aunque parecía imposible. Alejó de nuevo esos pensamientos y cual cazador, se apresuró a preparar su nave, dispuesto a capturar a su última presa. 












jueves, 23 de octubre de 2014

Catriel.

  El humo dibujaba de nuevo a Axel y a Eva en un gran círculo de piedra elevado unos centímetros del suelo. A su alrededor los pilares se elevaban a poca distancia de sus bases y el cielo era oscuro. Ante ellos y sobre el mismo círculo se sostenía una pequeña lanzadera blanquecina con uno de sus laterales abiertos, como si ella misma los hubiese estado esperando. Juntos entraron en silencio a la cabina. Era más amplia de lo que podía parecer en el exterior y estaba iluminada por unas pequeñas luces blancas en la parte superior que contrastaban con sus paredes negras. No poseía ninguna ventanilla, tan solo una franja blanca en la zona media que parecía ser de cristal y desde la cual podía divisarse el exterior si te arrodillabas. Tomaron asiento el uno frente al otro y se miraron preocupados. No era propio de Séfiro convocar a todos los grandes en un mismo lugar, solía ser más discreto.
   La nave comenzó a ascender con su característico sonido, suave y limpio. Una vez a cierta altura comenzó su vuelo horizontal a gran velocidad, pasando junto a los pilares que brillaban tenuemente en la penumbra de la zona. Era reconfortante saber a dónde se dirigían. Ambos recordaban el gran espacio abierto que Séfiro utilizaba para sus "terapias", un gran circulo hundido en el suelo coronado por aros de piedra antiguos que desde lo lejos formaban un intrincado ovillo. No le gustaba aquel sitio, tan solo había recibido malas noticias en él, y claramente esta, no sería una excepción. 
   El tiempo pasaba en silencio, haciéndolo más lento de lo habitual. Podrían haber llegado fácilmente usando su poder, pero Séfiro insistió en que todos debían viajar en lanzaderas, a parte de que en tiempos antiguos diseñó los aros para que ningún guardián pudiese llegar de esa forma. Axel mantenía su mirada fija en la pared pensativo hasta que Eva rompió el silencio.
¬Acerca de lo del Peritéreo...-dijo sin saber como continuar
¬Creo que mientras no sepamos más, deberíamos ignorarlo.-respondió quitándole el tiempo para pensar en la continuación de su frase.-Es absurdo que nos comamos la cabeza por cosas que ni siquiera sabemos.-añadió riendo.
¬Alekai vino a buscarnos aquel día.-dijo como si se sintiera culpable.-Nos contó... lo tuyo.-dijo sin saber qué palabras utilizar.
¬¿Lo mío?-rió.-Pues espero que te hallas enterado para que me lo cuentes, porque yo no tengo ni idea de qué está pasando.
¬Nos dijo que debíamos encontrar...-se detuvo interrumpida por un estridente sonido que parecía provenir del exterior a su vez acompañado por un fuerte movimiento de la nave.
   Ambos rebotaron de sus asientos y trataron de no chocar el uno contra el otro. Parecía que la nave se estabilizaba de nuevo mientras  intentaban analizar lo sucedido. Miraban arrodillados a través de la franja transparente que recorría los laterales de la nave. Nada. tan solo podían divisar algo más de luz hacia el frente, lo que quería decir que estaban abandonando las zonas oscuras. Aun así, esa no era la dirección hacia Séfiro. Otro impacto rebotó en el interior de la nave con fuerza haciéndolos caer al suelo. Esta vez, fuera lo que fuera les había dado de lleno pues podían ver las llamas en los laterales. Se incorporaron y se agarraron con fuerza a lo que pudieron mientras la nave, sin piloto, comenzaba a descender bruscamente rendida ante la gravedad. La caída fue breve pero intensa, la adrenalina corría por sus cuerpos debido a la fuerte velocidad vertical y al fuerte choque contra el suelo, que dejó la nave prácticamente inútil. 
   Axel desplazó los restos calientes de la nave que se habían desprendido tras el impacto. Se levantó con cuidado de no dar contra el techo que se había hundido por su propio peso. Ofreciéndole una mano a Eva observo su situación, habían sido atacados en pleno vuelo. nunca le había ocurrido en un trayecto así pues nadie sería tan estúpido como para destruir una nave blanca. Colocó su mano en el medio de la abollada puerta y con un ligero movimiento esta salió disparada hacia delante dejando tras de sí una ligera estela de humo. Juntos salieron de la lanzadera dispuestos a enfrentarse a lo que fuera que hubiera atacado la nave. Esperaban piratas pues prosperaban en estas zonas sombrías atacando a las naves comerciales que se adentraban en la oscuridad. Sin embargo, lo que encontraron frente a ellos no eran in mucho menos piratas. A contra luz, en el borde de la zona oscura se elevaba una ostentosa nave puntiaguda completamente negra salvo por algunas luces que destelleaban de vez en cuando. Parecía que se acercaba hacía ellos lentamente, apuntando sus armas visibles hacia ellos.
   La nave oscura pareció detenerse y descender unos metros, sobre ella sobresalían cuatro puntas muy parecidas a los pilares. Axel y Eva se encontraban paralizados. Jamás habían visto algo así en Renovatio. Bajo la nave, una compuerta produjo un sonido metálico a la vez que se abría. De ella, una figura irreconocible saltó verticalmente hasta caer de rodillas en el suelo duro y árido. Axel se estremeció y notó como Eva también lo hacía. La extraña figura avanzó hacia ellos lentamente levantado el polvo negruzco del suelo. De una de sus manos parecía extenderse una espada que, una vez divisada por Axel, pareció introducirse en su propio brazo. 
   La figura ya era reconocible. Dos brazos, dos piernas y una cabeza, todos ellos envueltos por una gloriosa armadura negra recubierta por trazos luminiscentes blanquecinos. Su casco, lleno de elementos puntiagudos tenía una lámina verdosa en la parte en la que deberían estar sus ojos, su nariz y boca. Su postura era recia y seria, parecía que llevara ahí toda una vida, inmutable. Sin embargo, acababa de derribar su nave y había descendido de la suya para,-no tenía ni idea de para qué.-
¬Vaya, vaya...-dijo el extraño.-No me esperaba verte con amigos...-Sonaba como si lo conociese desde hacía mucho tiempo. Axel, no respondió. Sentía la fuerza que su cuerpo desprendía y sabía que sería una locura enfrentarse a él ahí mismo, si esque era enemigo. Miro a Eva y con una mirada completamente estricta le ordenó que se marchara. Eva conocía esa mirada y sin más aviso se evaporó de la escena dejándolos solos. Si no avisaba a los demás de este extraño quién sabe qué podría suceder.
¬¿No se queda?-dijo sarcástico.-En fin... no importa, eres tú a quién buscaba.
¬¿Quién eres?-preguntó decidiéndose por fin a entablar conversación. Segundos después, el casco de su acompañante comenzó a fracturarse en pequeñas lineas que viajaban hacia la parte trasera de su cabeza, quedando ocultas y mostrando su rostro.
¬Mi nombre es Catriel.-dijo con su voz grave. Aun así Axel no le prestó gran atención pues estaba embobado mirando sus ojos, posiblemente, los más bonitos que había visto. Verdes, parecían tener luz propia, como si chillaran junto con su pelo negro. Tras la pausa, Axel respondió.
¬Yo soy Axel.
¬Sí... eso ya lo sabía.-dijo caminando hacia delante.-Mira, he tenido esta conversación demasiadas veces ya como para molestarme en que parezca interesante...-terminó parándose. 
¬¿Demasiadas veces?-preguntó enfadado.-Pues yo no la he tenido, así que explícate
¬Verás, en realidad no te busco a ti, sino a tu mentor...-prosiguió.- No recuerdo su nombre... Sáfiro... Éfero quizá...
¬¿Séfiro?-corrigió sorprendido.-¿Qué quieres de él?
¬Oh, de momento nada según veo...-dijo decepcionado a la vez que giraba la cabeza hacia su nave.-Voy a tener que pasar al plan B.
   Catriel elevó su mano derecha haciendo que su negra nave se moviera hacia ellos. Parecía lenta y torpe sin embargo también parecía robusta y fuerte. 
¬Voy a tener que pedirte que me acompañes.-dijo mirando a Axel de nuevo.
¬¿Así?, ¿A dónde?-dijo sanando sarcástico. Un sarcasmo que se acabo en el momento en que de la nave se desprendía un potente rayo azul que tras unas centésimas de trayectoria lo alcanzaba de lleno. Normalmente esas armas no le producían ningún efecto, pero esta era diferente. Sintió como si lo hubiera atravesado por completo una espada ardiendo. Se tiro al suelo lleno de dolor, incapaz de reaccionar.
¬Verás, no es nada personal.-continuó, avanzando hasta él.-Simplemente hago mi trabajo. Soy, por así decirlo, un empleado. Y resulta que mi jefe te quiere a ti.-dijo sonando aterrador.
   La nave se situaba ahora sobre ellos. Axel seguía en el suelo, no recordaba un dolor así desde hacía tiempo. De ella se desprendió una lanzadera aerodinámica que compartía el mismo color de la nave. Descendió junto a ellos hasta quedar a unos metros del suelo. Sus propulsores levantaban el polvo seco de la superficie. Catriel bajó de la parte inferior de la pequeña nava unas fuertes cuerdas plateadas. Estaban claramente preparadas para capturar a gente, esta vez a Axel, a quien ató concienzudamente para que no cayera de camino a su nave. Catriel, molesto por el viento volvió a desplegar su casco, que hacía que su vos sonara embotellada, lo cual producía un ambiente mas aterrador.
¬De verdad siento que esta sea la única manera.-inquirió.-Pero todos intentáis luchar y eso no puedo permitirlo, a él no le gusta que lleguéis estropeados...-continuó, aun con Axel en el suelo, envuelto por las cuerdas.- Aunque ha puesto gran interés por ti, dice que eres diferente... a mi, personalmente, no me lo pareces.-opinó.- A todos nos llega la hora Axel, parece que el momento de reunirte con tu creador.
   Alzó la mano de nuevo y la lanzadera elevó a Axel hasta la nave nodriza, a la que de un gran salto llegó Catriel sin gran esfuerzo. Introdujo al destrozado Axel en un gran recoveco de metal, cerrado por unas barras luminosas que giraban. No podría salir de ahí, al menos no con su poder. Catriel lo dejó sin inmutarse y se dirigió a la amplia zona delantera de la nave. sin ningún tipo de movimiento la nave comenzó a elevarse y a avanzar oblicuamente. Los picos de su parte superior se cerraban y las armas con las que había derribado la lanzadera de Axel minutos antes desaparecían en el interior. Ya por encima de todos los pilares se encaminaba hacia la atmósfera, dispuesto a cumplir su último trabajo.













miércoles, 22 de octubre de 2014

Lo que llegue.

   Axel despertaba de nuevo. Estos últimos días habían sido un incesante bucle de dormir y despertar de nuevo. Todas sus preguntas estaban ahora lejanas, ausentes. Aun sin respuesta parecían haber abandonado su mente para no volver nunca. Su indiferencia hacia ellas crecía.
   Giró la cabeza para ver a Eva asomada en un amplio balcón de piedra blanca. Las vistas eran impresionantes desde él pues se podía contemplar la lujosa ciudad dorada de Krepta, una de las gloriosas ciudades de los pueblos de la tierra. más allá de la ciudad se veían las llanuras áridas sobre las que se erguían los pilares hasta donde la vista alcanzaba. La brisa entraba suavemente por el espacio que el balcón dejaba en la pared acariciando a Axel. Era un aire frío, propio de épocas de cambio. Muy oportuno.
   Decidió incorporarse sobre la cama en la que se hallaba. Las paredes ascendían hasta una gran cúpula, que a gran altura, coronaba la sala. La recordaba, era una de las habitaciones del palacio de la ciudad. Uno de los palacios más hermosos que Axel había visto. siempre quedaba impresionado por la complejidad de sus arcos y columnas que se enroscaban en cada muro y en cada techo. Bajando la mirada por una de las paredes se encontró con la de Eva que lo miraba contenta a la vez que se acercaba a él.
¬¿Por fin te despiertas?-dijo graciosa.-Te habrás quedado a gusto...
¬Ya ves...-respondió.-Siempre me ha gustado dormir.
¬Dormir está bien.-dijo sentándose junto a él.
   Ninguno de los dos quería hablar del Peritéreo, lo que había pasado allí parecía ahora un recuerdo borroso que quisieran eliminar.
¬¿Dónde está Zayro?-preguntó como si tratara de evitar sacar el tema.
¬Séfiro ha convocado a los guardianes.-respondió sincera.
¬Entonces, ¿Qué haces aquí?-rió pues ya sabía la respuesta.
¬Jamás haré caso a ese viejo-refunfuñó. Era justo lo que Axel esperaba oír.- No sé que es lo que le ha alarmado tanto pero nos ha convocado a todos.-añadió borrando la risa del rostro de Axel.
¬¿A todos?-preguntó serio.
¬A todos Axel.-respondió finalmente.
   La reconfortante sensación que Axel tenía desapareció en seguida. Era ese momento en el que comprendía que algo malo de verdad pasaba para que Séfiro se alarmara de tal forma. Casi ni recordaba la última vez que convocó a "todos" a lo que Axel denominaba "pequeñas terapias de grupo" despectivamente. Estaba harto de tanta confusión.
   Frustrado, se levantó y se dirigió al gran espejo que se encontraba junto a una de las ventanas. Su aspecto no había cambiado aunque casi ni se reconocía. Estaba despeinado aunque su pelo seguía apuntando al cielo salvo por un par de mechones rebeldes. Satisfecho se dio la vuelta para mirar a Eva. Sabía que ambos compartían el mismo pensamiento. Juntos desaparecieron de la sala sin más, succionados por el humo negro que poco a poco envolvía el espacio hasta desaparecer de nuevo.