domingo, 31 de agosto de 2014

La Alianza

  El terrano Mik Teira bajó del gran animal tras una pequeña espera para dejar que la gran polvareda se disipara. La bestia de grandes patas y color grisáceo lo depositó en la falda de una montaña sobre la cual, más arriba, se hallaban las ruinas de un estrecho templo de columnas. Abandonó su transporte para adentrarse en la sombría roca. Los pequeños guijarros lo hacían resbalar obligándole a echar las manos en variadas ocasiones en su gesta por alcanzar un saliente más arriba. Pronto tanto sus manos como su palido traje quedaron marcados con cada resbalón. A pesar de su torpe ascenso logró a duras penas alcanzar el borde del saliente al que se aferró fuertemente para impulsarse hacia arriba. Una vez sobre él palmeó tratando de librarse del polvo. Pero sin mucho éxito y vencido por la suciedad decidió adentrarse en el templo con cautela, alerta a cualquier sonido. El viento pasaba a través de las columnas produciendo un sonido espectral que lograba ponerle nervioso. Junto a aquel inquietante sonido, sus pasos en la sombra producían una siniestra escena. Más adelante pudo divisar lo que parecía un cuerpo de espaldas. A menos distancia observó sus harapos y su pequeño tamaño pero su análisis quedó interrumpido pues el extraño se sobresaltó dándose la vuelta para observarle.
  ¬Soy el terrano-dijo sobresaltado también por el enano.
  ¬Te esperábamos... "terrano".-dijo dejando su temerosa imagen para  mostrar ahora una pícara sonrisa.- Por aquí por favor.
  Mik se limitó a seguir al extraño sujeto. Su cara quedaba oculta tras una fina capa de harapos ennegrecidos por la suciedad. No sabría distinguir la edad de su guía, aunque se decantaba por la corazonada que le decía que era un joven muchacho.
  El siervo le condujo fuera del camino ancho del templo para conducirlo a través de las columnas en silencio. Caminaron lo que para Mik fueron eternos minutos angustiosos hasta llegar a una zona algo más clara. La luz provenía de un boquete en el techo del templo que a su vez atravesaba la misma montaña hasta el exterior. En frente pudo ver una gran puerta metálica llena de grabados ya erosionados por el tiempo. Contempló sus emblemas aun en pie mientras trataba de recordar su significado.
  Antes de llegar al portón su guía se detuvo indicándole con un pobre gesto que atravesara las puertas. Temeroso, empujó el par de piezas metálicas hacia el interior para llegar a una gran sala circular coronada por una cúpula de piedra. Observó la parte superior de la sala hasta que sus ojos se detuvieron en el motivo de su visita. Jamás había estado delante de un creador o había visto uno, aun así, no era exactamente lo que esperaba. Estaba sentado en un una especie de trono blanco y lo cubría un gran túnica negra que parecía ser una neblina oscura, moviéndose con cada corriente de aire. Fuera lo que fuera, su composición consiguió intimidar aun más al visitante. Observó sus ojos, que lo estudiaban con cautela. Eran pálidos a la vez que oscuros, perdidos.
  ¬Supongo que esperabas ver otra cosa.-dijo sentado con un tono serio.- Algún tipo de ser fantástico con alas y chisporroteante...-Su tono sarcástico intimidaba aun más a Mik.- Créeme, el sentimiento de decepción es mutuo.-continuó ahora con repulsión.- Mi joven ayudante Ayax me ha hablado de ti y de lo que me ofreces.
  ¬Pides la llave, yo puedo conseguirla.-dijo haciendo acto de valor.
  ¬Y supongo por supuesto que exiges algo a cambio.- respondió seco.
  ¬Podemos ayudarnos mutuamente, ellos me traicionaron, al igual que a ti.-dijo provocando en él una reacción de odio.
  ¬Entiende, terrano, que jamás aceptaría la ayuda de un insecto como tú.-dijo levantándose de su asiento y aproximándose hacia él.- Sin embargo las circunstancias me hacen llegar a niveles tan patéticos como éste.-Mik permaneció en silencio.-Te lo advierto Mik Teira de Ektlión, una alianza es como un contrato, y los contratos, al igual que vosotros... expiran. Me traerás la llave y será entonces cuando hablemos de "alianza".-continuó amenazante con su mirada clavada en él.- Ayax,-dijo sin apartar la mirada de Mik.-muestra la salida a nuestro ayudante...-ordenó sarcástico mientras por fin volvía a su asiento.
  ¬Te traeré la llave-dijo Mik finalmente, rechazando la ayuda de Ayax que se quedó en la sala despechado, observando como salía de la sala y cerraba las puertas.
Siervo y señor observaron marchar a su breve visita que abandonaba decidido el templo ignorando por completo los planes de sus "socios". Una vez el silencio envolvió la sala el Quinto habló de nuevo.
  ¬Síguelo.-ordenó a su siervo.-Que no te vea nadie. Haz que consiga la llave y una vez lo haga, mátalo y tráemela.-dijo con la mirada perdida de nuevo.
  ¬Será un placer amo.-respondió saliendo de la sala.
Los portones resonaron de nuevo tragándose a Ayax tras ellos. En la sala solo quedaba el creador, sentado en su trono del exilio que devolvía su mirada al extraño objeto espiral. Acariciaba una ranura que se disponía en el centro de forma irregular y se hundía en el objeto haciéndolo hueco. Lo observaba pacientemente.
  ¬Pronto...-susurró devolviendo su mirada al vacío de la sala.- Pronto...

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