jueves, 16 de abril de 2015

Promesas.

   Su mirada había cambiado desde el momento en que aquella extraña silueta apareció frente a ellos, en mitad de la fría nada. Tras ella no había estrellas, tan solo la más completa oscuridad que lo envolvía todo con su manto. Los ojos de Axel y de Zayro brillaban en el interior de la nave, que no les protegía de los pequeños escalofríos que subían y bajaban por sus espaldas. Aquella cosa existía y estaban frente a ella.
¬¿De verdad crees que estará ahí dentro?- preguntó Zayro esperando no tener que entrar en aquel lugar.
¬No hay otro lugar.-respondió observando lo que sus maestros denominaron Tártaro, la prisión de las bestias a las que sus padres derrotaron en el principio de los tiempos, condenadas a vagar por la eternidad.
¬Si lo abres, sabes lo que pasará.-advirtió, siempre con el objetivo de poner rumbo a casa. La idea de lo que podía haber en el interior lo aterraba.- No creo que sea buena idea dejar a salir a...- no sabía lo que había dentro, por lo que el silencio fue mejor definición.
¬Necesito ese libro.-Los ojos de Axel estaban fijos en aquel lugar, pero no era la mirada aterrada de su amigo, esta era distinta. La mirada de quién a contemplado la muerte dos veces y sabe cuál es su destino. Él nunca había estado ahí antes, tan solo conocía las historias, sin embargo, algo en él le decía que ya habían entrado en aquel lugar y que, de algún modo, sabría que no saldría.
    No hubo más palabras. Como el joven Alekai les indicó, no movieron la nave que los había conducido hasta allí, simplemente se desvanecieron hasta el interior de la estructura. Como siempre a la hora de hacerlo tenían que tener en mente el lugar al que se dirigían. Esta vez, al no haber estado nunca en el Tártaro se ayudaron de un dibujo que Alekai les proporcionó antes de caer contra la superficie de Ëreva. Su dibujo era muy sencillo y bien elaborado. Representaba una sala interior oscura y llena de rocas que parecían no responder a ninguna lógica de construcción, como si aquel lugar fuera el resultado de la colisión de dos grandes rocas. Axel procuró alejar la mente de Alekai y con él la rabia que le producía su injusta muerte. Ambos contemplaron su dibujo y desaparecieron de la nave, enterrándola en un silencio que tan solo la muerte proporciona.

   El dibujo se hizo real tan pronto la neblina oscura los dejó ver lo que erróneamente parecía una estancia. Ante ellos se extendía un espacio inmenso, un vacío de colores rojizos y negros en los que, aunque no los viera, Axel sentía la presencia de seres monstruosos, criaturas capaces de hacer palidecer a sus peores y más poderosos adversarios. Se encentraban en un risco de piedra que los mantenía sobre algo plano y no suspendidos en el vacío . Tras ellos lo que por fuera era una estructura cerrada de piedra desde ahí parecía una gran muralla irregular que se extendía hasta un final incierto. "Una jaula para los demonios" pensó Axel. Recordaba las pesadillas que aquel lugar le traían.
¬No entiendo.-replicó Zayro frustrado.-¿qué hacemos aquí?
Axel no respondió, pensaba en su siguiente paso tratando de recordar algo. Era la incómoda sensación de un recuerdo que no llega, de algo que sabes que está ahí pero no consigues ver.
¬¿Axel?
¬Es ahí.-señaló. A su derecha  y de forma casi imperceptible se elevaba un habitáculo de rocas irregulares. De no ser por las inscripciones que poseía en la puerta cualquiera habría tachado el lugar de caverna. Axel se dirigió con paso firme al lugar y se adentró en él, ignorando a Zayro que trataba de decir algo tras él. Algo lo movía a seguir avanzando.
   La estancia era más grande de lo que por fuera parecía. Estaba rodeada por columnas desgastadas y algunas inscripciones maltratadas por el tiempo. Al fondo, en la pared, un relieve monstruoso resalía de la pared. Una bestia quedaba grabada en ella, de formas extrañas y curvas. El tallado era tan perfecto que sin duda parecía que aquella cosa hubiera quedado atrapada en la misma roca de ese lugar. Entre la pared y ellos es elevaba un montículo que en sus tiempos pudo haber sido algo interesante, ahora no eran más que piedras resquebrajadas y polvorientas. Sobre ellas había un libro. De pastas rojizas y doradas cubiertas de polvo no había título en él, ningún símbolo, nada. Era un libro corriente. Zayro así lo vio que decepcionado comenzó a ojear el exterior en busca de peligros. Para Axel no era cualquier libro. El cuerpo se le estremeció y sintió como un nudo se le formaba en el estómago. No sabía que hacer. Había pensado en ese momento miles de veces pero ahora que llegaba se encontraba perdido, confuso. En ese libro estaban sus palabras, no las de Axel el hijo de los cinco grandes, el Axel de antes. Ni siquiera sabía ese nombre, el de esa persona desconocida que algún día fue. Tan solo sabía que en el libro estaba una de las respuestas que buscaba y que no había vuelta atrás.
   Se inclinó y acarició el lomo del libro tratando de colocarlo. Observó el exterior detenidamente disfrutando del momento, ajeno a todo lo demás. Tanto que no pudo ver lo que ocurría ante él. Pequeñas grietas se retorcían en la roca, dejando el relieve en un millar de pequeñas lineas que volvían a quebrarse entre sí. La imagen llegó primero a Zayro que no pudo quedar aterrorizado.
¬¡Axel!
   Ante él la terrible bestia del relieve se revolvía ante él. Tenía dos enormes ojos amarillos que lo observaban fijamente, como si lo conociera de hacía tiempo. Sus extremidades eran escamosas y terminaban cada una en potentes garras que afiladas como cuchillas arañaban el suelo, produciendo un sonido estremecedor. Del resto de su cuerpo sobresalían cuernos y protuberancias que lo hacían aun más aterrador a ojos de cualquiera. Las pesadillas habían llegado.
¬Y quiénes, he de saber, son nuestros invitados.-dijo moviendo su lánguida cabeza rápido. Su voz era grave y atronadora.-Hace mucho que no viene nadie a visitarme...
Zayro agarró del brazo a Axel y lo incorporó junto a él, tratando de alejarse de la bestia ante ellos, que se acercaba cautelosamente como un tigre que acecha a su presa.
¬A dónde os vais, me pregunto. Dos extraños en estas tierras de sombra. No sois de por aquí.-continuó la criatura, que se aproximaba sin miedo.
¬Soy Axel, hijo de los cinco.-explicó avanzando un paso hacia el demonio. Éste retrocedió un instante.
¬"Los Cinco"...-repitió pensativo y con los ojos aun más amarillos.-Solo he conocido a unos "los cinco", fueron esos los que me condenaron a estar en esta pared por la eternidad a observar este libro que con tanto tacto tocabas.-La bestia miró el libro rojo y después a ambos.-El hijo de los cinco será tu título entonces. Cuál será el de tu amigo, me permitirás saber.
¬Es mi guardián.-respondió. Esa cosa no le temía en absoluto, ni tampoco temió a sus padres en su momento. Una preocupación lo alteró. Puede que no hubiera sido buena idea.
¬Un guardián.-repitió asombrado.-Una vez conocí a un guardián. Se hacía llamar Séfiro. Sí, jamás olvido un nombre.-Al decir esto sus fauces se abrieron más de lo normal dejando ver hileras de blancos dientes, punzantes como navajas. Tras un momento pensativo prosiguió.-He de suponer que queréis este libro.
¬Así es.-admitió Axel, que provocó la risa de la bestia.
¬Ese libro tan solo pude leerse fuera de esta sala, aquí dentro no encontraras más letras que las de mi nombre escrito en el techo.-explicó con su sonrisa malévola y a la vez indiferente. Perecía disfrutar de la ignorancia de sus visitantes.
¬Nos llevaremos el libro entonces.-propuso Zayro que en segundo plano buscaba la manera de salir de la situación. Esto provocó una risa increíblemente temible.
¬Podrías hacer eso, sí.-dijo la bestia moviéndose hacia ellos con soltura y ligereza.-pero entonces desataríais una guerra ahí fuera.   Hubo silencio entre los tres. Tan solo el demonio parecía elucubrar planes en ese momento
   Finalmente un sonido de látigo cortó el aire. Tan solo fueron segundos. La bestia agarró a Axel con su cola y lo aproximó a sus fauces, no hubo reacción en nadie. La criatura susurró en el oído de Axel unas palabras que provocaron una inmediata reacción en su rostro. Tristeza. Tan pronto lo cogió lo depositó delicadamente en el suelo con la mirada aun fija en Axel.
¬Tengo demasiados años como para preocuparme de un libro.-alegó con sus ojos amarillos fijos ahora en el libro.-Haced de él lo que os plazca.
   La criatura se plegó en la pared de la que había salido y con un crujido quedó inmóvil de nuevo. La sala estaba de nuevo como antes. Zayro se apresuró a analizar a Axel en busca de heridas o de alguna treta del demonio. Él simplemente observaba el libro con la misma cara con la que el demonio lo había depositado en el suelo. Se aproximó a él y lo cogió con firmeza observando de nuevo sus tapas, que sorprendentemente seguían suaves.
   Juntos salieron de la sala y Axel indicó a Zayro que se detuviera. Observó la zona y pudo divisar un saliente alargado que se extendía hacia el largo vacío ante ellos. Parecía un puente inacabado. Pusieron tumbo a él y no tardaron en llegar. La física en ese lugar era un factor secundario, nada seguía reglas. todo era caos y sin sentido.
¬Quédate aquí.-expresó Axel a su amigo con una sonrisa que, aunque sincera, costó una vida producir. Zayro no dijo nada. Estaba preocupado por su amigo que ahora se aproximaba al borde de aquel saliente, al vacío.
   Lo siguiente ocurrió demasiado rápido. Axel se arrodilló en el final de aquel saliente, como una península flotante. Allí abrió el libro y comenzó a leer. Al poco tiempo una criatura se elevó de las profundidades del vacío destrozando lo único que comunicaba la zona de roca con el pequeño islote flotante en el que ahora se encontraba Axel, aun de rodillas. Zayro no pudo contener la expresión de sorpresa y comenzó a gritar vivamente hacia su amigo que parecía ajeno a la situación. Continuaba allí, con la cabeza gacha observando el libro bien abierto. Intentó saltar hacia él pero fue inútil, algo se lo impedía. Una fuerza lo hacía chocar una y otra vez como quien salta contra un muro de roca, un truco que le había visto usar a Axel numerosas veces en la batalla. El rostro de Zayro palideció. Qué estaba pasando. Intentaba cargar con todas sus fuerzas contra el muro aunque era inútil, no podía derribarlo, tan solo observar, pues hacia ningún lado tenía la posibilidad de atravesar la barrera. La bestia que había destrozado el puente se colocó frente a Axel y lo observó con sutileza, una sutileza que transmitía odio por todos los brillos que salían de sus humeantes formas. Con la forma de unas enormes fauces, la bestia engulló a Axel, que desapareció un instante, entre el humo. Éste no tardó en adquirir un brillo blanquecino y disiparse dejando ver de nuevo al joven, ahora de pie con los puños cerrados, como si contuviera en el una pesadisima carga a punto de estallar. Zayro aun continuaba inmóvil en su pequeño espacio invisible. Ante él, Axel caminaba sobre una espesa neblina que se formaba bajo sus pies, permitiéndole avanzar. Se colocó de nuevo en la zona rocosa frente a Zayro, a quién observaba aun con un extraño rostro de tristeza.
¬¡Tenemos que salir de aquí ya!-gritó Zayro enfurecido. Estaba convencido que ese campo de fuerza era cosa de su amigo que no dijo nada. tan solo lo observaba, en silencio.-¡Axel!-reiteró.
¬Tienes que salir de aquí.-le dijo con la mirada fija en sus ojos. Su tono serio preocupó de verdad a Zayro, una preocupación que se hizo casi tangible.
¬¿Qué quieres decir?
   Axel no dijo nada. Se levantó y elevó sus manos hacia el gran muro de piedra que sincronizadamente comenzó a abrirse se una forma espectacular. Cada piedra encontraba su lugar dejando un gran agujero en el muro desde el cuál era casi visible la nave con la que habían llegado. Zayro no sabía que Axel supiera hacer eso.
¬No podrás desvanecerte, tendrás que salir por ahí-indicó.
¬No, ¿y tu?-pregunto muy confundido.-¿Qué está pasando?- Axel no quiso responder, pero su amigo, encerrado, volvió a insistir.
¬Ahora sé lo que debo hacer, Zayro.-respondió casi entre lágrimas.-En ese libro hay algo más que una respuesta, estoy yo.-Su amigo no dijo nada, simplemente lo miró preocupado.-Ahora quiero que me hagas una promesa.
¬¿Qué promesa?
¬Prométeme que me dejarás marchar, que veas lo que veas no intentarás detenerme.
¬Axel, sabes que yo...-replicó
¬Promételo.-insistió interrumpiéndole. Zayro guardo un minuto de silencio y se quedó pensando en lo que ocurría. Esa era la promesa más arriesgada que su amigo le había hecho hacer, sin duda, pero no le quedo más remedio que confiar, y saltar.
¬Lo prometo.
   Axel sonrió y se inclinó ante su amigo. extendió su brazo izquierdo para mostrar sus lustrosos tatuajes. Señaló uno de ellos, uno de los más hermosos. Zayro lo reconoció en seguida y lo buscó en su brazo también. las líneas curvas recorrían el interior de sus muñecas con un estilo y una belleza impresionantes, Nunca habían llegado a descubrir el significado de ese tatuaje, el único que ambos compartían y el que les había conducido a aquella quebrantable amistad.
¬Significa promesa, Zayro,-dijo sonriendo.-y las promesas nunca se rompen.
   Zayro estaba en el suelo y observó como Axel se incorporaba y miraba hacia el vacío. Tras unos instantes le devolvió la mirada, que pronto quedó envuelta en un poderoso humo negro y a la vez brillante. Éste empezó a envolverlo con cada vez más ansia, como si se tratara de un montón de pirañas. Pronto supo que algo iba mal, la presencia de su amigo, ahora envuelto en la niebla se desvanecía, como una bombilla que titilaba hasta apagarse. El humo se volvió blando y no tardó en estallar en todas direcciones, golpeando a Zayro que luchó por buscar a su amigo tras la brillante eclosión que destruyó la prisión invisible en la que estaba. En el mismo lugar ahora podía observar el cuerpo de Axel en el suelo boca arriba y con los brazos abiertos, sin vida. Sus ojos estaban abiertos y habían perdido todo el brillo que los caracterizaban. Corrió alarmado hacia él. Al tacto estaba frío como la roca que los rodeaba, era un cuerpo sin vida, ya no era nada. Zayro gritaba y zarandeaba a Axel con brusqueza tratando de despertarlo, de demostrarse que no era más que un truco. no lo era.
   Al otro lado del gran agujero se comenzaron a oír sonidos extraños, naves. Eran blancas y se adentraron en el Tártaro aterrizando frente a ambos. De una de ella salió Eva que no tardó en llevarse las manos a la cabeza, espantada por la imagen que ante ella se mostraba. No tenían tiempo. A lo lejos más bestias se arremolinaban en el vacío, alarmados por el destello. Con fuerza, Eva soltó a Zayro del cuerpo sin vida de su amigo que yacía aún con los ojos abiertos. Los gritos de Zayro atravesaban el muro y rebotaban en cada piedra. Se adentraban incluso en el habitáculo en el que momentos antes, la bestia de la pared advertía a Axel de las consecuencias de sus decisiones. Incluso ese demonio oyó los llantos del desesperado Zayro, que se encontraba ya en una de las naves, camino al exterior. Eva en cambio seguía observando a su amigo en el suelo, perpleja y confundida. Tras unos instantes reaccionó y lo agarró como pudo también envuelta en lágrimas. Una vez en la nave, indicó a los pilotos que salieran de aquel infierno y que pusieran rumbo al Aetos, que estaba ahora reconstruida en gran medida.

                                *                     *                 *                 *                    *

   La gente vestía túnicas negras que eran mecidas por el viento que soplaba en la cima de la gran torre nueva de Aetos. Eran figuras encapuchadas y sombrías, alguna que dejaba resbalar alguna lágrima y otras que simplemente observaban la escena. En el centro de la gran plaza se encontraba un precioso sarcófago que flotaba en el aire. Estaba rodeado de flores blancas y azules que parecían brillar en aquella noche. Sobre ellas, el cuerpo de Axel yacía inerte, aunque con tal delicadeza que cualquiera podría confundir la muerte con profundo sueño. Como era tradición, el sarcófago comenzó a avanzar en línea recta hacia el borde de la plaza. Al principio de esta los llantos de Eva y de Ella hacían de la tristeza un sonido tan tangible como el aire. Sus lágrimas dejaban sus rostros cansados y somnolientos. Entre ellas se encontraba Zayro, que miraba hacia la flecha prendida que tenía en posición, incapaz de mirar a su amigo, que se encontraba ya a lo lejos, flotando en el aire sobre la ciudad. Eva colocó la mano en su hombro, indicándole que era el momento. Éste tensó el arco y soltó la flecha que llama blanca que flotó por el aire de forma majestuosa, mezclándose con las estrellas. Al caer, su estela blanquecina  creó una hermosa figura en el aire, antes de que el cuerpo de Axel quedara envuelto en las llamas blancas de le mecha. Tan pronto esto ocurría, los encapuchados flexionaban sus arcos para imitar a Zayro. Estas flechas, al igual que las de Alekai no caían, tan solo subían iluminando el cielo con miles de puntos brillantes. El joven de pelos negros y despeinados observaba como su amigo se iba, la persona por la que había luchado toda su vida, y la persona que tanto amaba. Recordó su promesa y pese a ello se sintió impotente, incapaz de hacer nada. La última vez que algo así ocurrió aún sentía la presencia de Axel tratando de regresar. Esta vez no había nada, tan solo un gran vacío. Un abismo.
   Las llamas cesaron de arder y con la última que ascendió al cielo, se fue lo que quedaba de Axel que ya no era más que el recuerdo de sus amigos, que cada uno, dolido, se adentraba en la torre pensando en lo ocurrido y lo que llegaría entonces.
































































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