martes, 28 de octubre de 2014

La traición.

   El dolor aun recorría el cuerpo de Axel como si una aguja se resbalara por su interior. Sentía que no podía moverse, como si aquel rayo hubiera borrado todas sus fuerzas de golpe. Ni siquiera habría sus ojos, incapaces de relajarse por el dolor. Notaba cómo la nave avanzaba dibujando una pequeña diagonal alcanzando gran altura, sonando en ese momento la advertencia de atmósfera artificial. Estaba aturdido, no sabía lo que ocurría ni dónde lo había llevado su captor, del que tampoco sabía nada. Simplemente apareció y lo disparó sin mediar prácticamente ninguna palabra. A pesar del dolor, aun era capaz de oír los movimientos de Catriel por delante de él que producía sonidos metálicos.
   Poco a poco comenzó a orientarse a medida que el dolor desaparecía y sus ojos se abrían de nuevo. Se encontraba en lo que parecía una celda. Estaba coronada por un techo ovalado con el artefacto que lo disparó antes en su zona central apuntando hacia abajo. Se levantó y se dirigió hacia la única zona en la que parecía dar al exterior, pues las paredes eran oscuras y opacas. Se asomó  por el extraño panel apoyando las manos sobre él, notando su increíble suavidad. Al hacerlo, Catriel se volvió para mirarlo.
¬Vaya, ¿Ya te sientes mejor?-preguntó con un tono que se alejaba del sarcasmo.
   Axel no respondió, simplemente le dedicó una de sus fulminantes miradas. De esas que se clavan como puñales en el rostro.
¬Veo que sigues igual de hablador.-dijo. Por algún motivo, esa mirada lo hacía sentir incómodo.
¬Quién eres.-preguntó sin ni siquiera entonar las interrogaciones.
¬Ya hemos tenido esta conversación antes, creo recordar.-respondió haciendo amago de volver a sus tareas.
¬Me has dicho tu nombre,-afirmó,-pero no quién eres.
   Catriel se detuvo. Se quedó pensativo por unos segundos ya que, no conocía la respuesta a esa pregunta en verdad. La voz y la seriedad de las palabras de Axel lo hacían sentir cada vez más incómodo. Ninguno de los otros inmortales que había capturado eran como él. Eran arrogantes y orgullosos y podía sentir su miedo y falsedad. Sin embrago, Axel era muy distinto. Podía notar como no lo temía en ningún sentido, como si fuera capaz de abrir su celda y escapar en cualquier momento.
¬Y qué importa quién soy.-dijo mirándole desde su posición.- El creador te reclama, supongo que eso es lo que debería importarte.
   Axel comenzó a reír. Pero no era una de sus risas forzadas o sarcásticas, esta era de verdad, una carcajada limpia que inundó el espacio. Catriel lo miró extrañado. Odiaba la sensación de que siendo él el captor fuera el que menos parecía saber acerca de lo que sucedía.
¬¿Te resulta gracioso?-preguntó dejando revelar casi por completo su tono de curiosidad.
¬Pues sí, en verdad.-respondió intentado recuperarse de la risa, que parecía volver intermitentemente.-Mira, no sé quién te habrá contado esa estupidez, pero si tuvieras una mínima idea de lo poco que sé de mí, verías que mi "creador" no existe.-dijo mintiendo parcialmente. Quería comprobar lo que su captor sabía de él.
¬¿Y qué sabes que yo no sé?-dijo acercándose más a Axel, demostrándole así que ciertamente no tenia ni idea. Las tornas habían cambiado. Pese a que Axel era el cautivo, parecía que era él que tenía el control.
¬A ti te lo voy a decir...-dijo burlón mirándole con los ojos entreabiertos.
¬Está bien, no me interesa lo más mínimo.-mintió irritado por Axel. Ahora estaba completamente seguro de que no le tenía ni la más mínima pizca de miedo.
   Catriel volvió a sus actividades. Preparaba el motor desde su panel horizontal para el largo viaje de regreso a la vez que pensaba en la conversación. Se sentía estúpido, como si todo lo que sabía fuera una inmensa trola. Desde su posición observaba que ya se encontraban en una de las zonas más elevadas de la extensísima atmósfera del planeta. La gravedad artificial no tardaría demasiado en activarse, unos minutos de pesado silencio interrumpido por alguna que otra risa proveniente de Axel, que aun se reía al recordar la conversación. Había tenido tantos enemigos y había sufrido tantas amenazas como esa que no pudo evitar echarse a reír.
   La nave ascendía y el silencio ya era total. Detrás de Catriel, en la celda Axel se arremangaba su traje de un material sólido y flexible al mismo tiempo. Al hacerlo dejaba al descubierto su muñeca cubierta de marcas lineales negras y un pequeño brazalete negro, en cuya parte superior al igual que en un reloj se extendía una parte más lisa con una pantalla agregada. Lo miraba repetidas veces como esperando una respuesta de él. Había estado antes en una celda como esa por lo que desvanecerse, que era su usual medio de transporte, era imposible pues cada vez que lo intentara el rayo que colgaba sobre él lo dispararía sin dudar y no estaba dispuesto a soportar ese dolor de nuevo. Puestos a esperar comenzó a tararear una canción que aprendió hacía tiempo. Se trataba de una oda a una gran victoria de los pueblos oscuros. La tarareaba con gracia y sin errores en su melodía. Siempre le gustó esa canción, aunque la batalla era incluso más antigua que él. En el cenit de su interpretación quedó interrumpido por un pitido prácticamente inaudible proveniente de su brazalete. Este inició una corta cuenta atrás, marcando cada segundo en un círculo rojo, que como un corazón, latía a cada segundo que pasaba. Axel se acercó al panel del suave material y miró al Catriel luchando por no reírse de nuevo.
¬¡Eh!-gritó haciendo que se volviera para mirarlo.-Verás, no es nada personal, pero...-continuó tratando de emular las palabras de su captor horas antes.- Me temo que no puedo quedarme aquí por más tiempo, tengo... digamos que otros problemas.
   Catriel no pudo responder. Un inmenso estallido hizo que la nave se balanceara de lado a lado bruscamente. El humo y las llamas se extendían en algunas zonas abriéndose paso hasta el interior. Axel volvió a cubrir su muñeca y se sujetó como pudo para no rebotar mientras que Catriel intentaba controlar la situación atónito. Otro impacto hizo que el captor cayera bruscamente hacia la derecha hasta golpear con la pared. En cuanto a Axel, su celda estaba hecha añicos por lo que no le fue difícil escapar de ella. Incluso se tomó su tiempo para esquivar los fragmentos y las llamas que quedaban esparcidos por el suelo. Se detuvo frente a Catriel que trataba de levantarse del duro golpe y con sus dos dedos en la frente como gesto irónico desapareció sin más envuelto en el humo que siempre acudía por él.
   Inmediatamente Axel apareció en una amplia lanzadera. Extrañado, pues no era una de sus naves blancas, examinó el interior. Pudo ver a Alekai con su gracioso pelo rojo y su rostro joven, pero esta vez no era su típico rostro risueño. En su mirada parecía estar grabada a fuego una inmensa preocupación, como si algo terrible acabara de pasar. Lo ignoró por el momento y se limitó a observar lo que acontecía por encima de él gracias al techo semitransparente de la nave, que se mantenía inmóvil en el aire. La estructura negra de la que había escapado era ya casi prácticamente irreconocible atravesada una y otra vez por un humo negro que dibujaba la forma de un misil en el aire al avanzar. Era inconfundible Eva desahogándose con la nave de su captor, que seguramente habría escapado ya. La ensartaba una y otra vez expulsando inmensas llamaradas de ella y dejando caer escombros hacia abajo que chocaban contra los escudos de la lanzadera.
   Al cabo de un rato, ya no quedaba nada que destruir, y los últimos restos de la majestuosa nave descendían bruscamente hacía el suelo. Sobre la lanzadera aun volaba Eva que en un vuelo recto despareció esparcida en el viento. Un instante después apareció frente a Axel, y tenía la misma cara que Alekai. Algo iba rematadamente mal.
¬Eso ha estado muy bien, ya pensaba que no llegabas, ¿Dónde está Zayro?-dijo con un tono orgulloso y despreocupado, como si le diera la enhorabuena a a su amiga.
¬Deberías sentarte.-dijo Eva solemne, borrando todo resquicio de gracia de la cara de Axel, convirtiéndolos en una creciente preocupación.
¬¿Qué pasa?-dijo impaciente a la vez que se sentaba, pues sabía que Eva no diría nada hasta que lo hiciera.
¬Ha pasado algo, Axel.-dijo.-y no te va a gustar.
   Axel no respondió, simplemente escuchó con pesar lo que su amiga le contaba, sintiendo como el mundo se le echaba encima, una vez más.
¬Cuando ese te capturó, fuimos a ver a Séfiro.-comenzó.-Esto ya había pasado antes, un rescate, al fin y al cabo.-dijo asustada sin querer seguir.- Supuse que la lanzadera estaba defectuosa, que el rumbo era incorrecto, pero tú sabes también como yo quién controla esas naves.-prosiguió.- Llegamos hasta Séfiro, no nos esperaba... Tampoco dijo nada. Con él estaban todos los guardianes convocados junto con Zayro, y...-Eva estaba tan nerviosa que dejaba caer el sentido de sus palabras.
¬Y nos atacó.-dijo Alekai ayudándola.- Cuando llegamos, todos los guardianes, incluido Zayro, nos atacaron sin dudarlo.-explicó.-El Peritéreo nos sacó de allí a tiempo y borró nuestro rastro. Es más que evidente que Séfiro quería que tanto tú como Eva fueseis capturados por ese tal Catriel.
   Axel no dijo nada, simplemente trataba de asimilar el revés de información. Al ver que no reaccionaba, Alekai prosiguió, para tratar de explicarse mejor.
¬Séfiro controla a los guardianes que poseen conexión a él, y eso los engloba a todos menos a Eva que sabes, decidió romper esa unión hace tiempo.-dijo mientras se acercaba a Axel que lo miraba atento, con unos ojos de impaciencia y frustración.-Estaba preparando sus naves... Sea lo que sea, ya no es tu mentor y no creo que nunca lo fuese Axel.-dijo solemne.
   Eva lo miraba tan dolida como él se sentía. Como era posible. Ni si quiera era capaz de imaginarse a Zayro insultándolo ni mucho menos tratando de matarlo. Al parecer la reglas habían cambiado.
¬Ahora nos dirigimos al Peritéreo,-dijo Alekai sin esperar respuesta de Axel.- es el sitio más seguro al que podemos acudir, de momento.
   A Axel le daba igual su rumbo, solo podía pensar en lo que Séfiro había hecho a medida que la nave cobraba velocidad. Aun no lograba asimilar la idea de que la persona que menos probabilidades tenía de ser su enemigo ahora se tornara en contraria, por no hablar de la idea de que Zayro ahora estaba bajo su control. Siempre fue consciente de esa unión, pero la confianza que tenía en ambos no lo hicieron sospechar en absoluto. Axel no parpadeaba, aun parecía estar tragando lo que Alekai le había dicho. No quería creerlo. A su lado Eva sentada le agarró fuerte de la mano, tan preocupada por Zayro como por él. No podía evitar darle las gracias a Ella ya que fue quién le pidió que rompiera esa conexión con Séfiro. Juntos se reconfortaban a la vez que avanzaban por el silencioso y frío vacío del espacio hacia el inmutable toroide cuyos bordes quedaban difuminados entre la luz y el polvo, elementos que parecían borrar aun más todo cuanto Axel conocía,
































lunes, 27 de octubre de 2014

Los ojos de fuego.

   Las rocas flotaban en el vacío frío espacial, chocando de vez en cuando unas contra otras desperdigando partículas en el oscuro ambiente, iluminado únicamente por una lejana estrella azulada. Entre las rocas, podía divisarse la gran nave de Catriel que parecía ajena al incesante movimiento de las piedras espaciales, atrapadas en un continuo baile de gravedad y energía. Junto a su nave, se extendía un asteroide mucho mayor que el resto. De forma irregular y muy oscuro parecía liberar pequeños haces de luz rojiza, dando al ambiente un toque siniestro. Con su armadura bien ceñida protegiéndolo del frío, Catriel avanzaba lento sobre la roca que carecía prácticamente de gravedad.
   La luz de la lejana estrella iluminaba el panel verde de su casco una vez se detuvo frente a una elevación vertical. Sin más movimiento, de entre la oscuridad surgieron cuatro grandes puntos de luz roja que incluso eclipsaban la mediana luz del lejano astro azul. Ya fuera por el frío o por la sensación de oscuridad, Catriel no estaba agusto en ese lugar. Ya ni siquiera recordaba la primera vez que estuvo allí y lo vio por primera vez. Esos grandes ojos mirándolo fijamente como si lo radiografiase. Por más que siempre había intentado ver qué había tras esos grandes ojos, fuera lo que fuera quedaba oculto en unas sombras tan espesas que ni la luz atravesaba. Catriel no dijo nada, sino que dejo que los ojos lo examinaran.
¬Una vez más, honras la causa por la que luchamos.-dijo una voz con los bajos muy marcados, que parecía provenir de los mismos ojos.-Entrégamelo.
   Catriel dudó. Lo había hecho cientos de veces pero por algún motivo sentía que aquello estaba mal.
¬Piensa en lo que ellos nos hicieron.-dijeron los ojos.-Nos traicionaron, a todos. Mi sucia hermana defendía un principio imposible, un principio... cruel.-enfatizó.-¿Acaso crees que yo disfruto con esto?. Mi hermana os creó contra mí, y aun así yo te acepté como aliado, Catriel. Tus hermanos fueron los que intentaron destruirnos, los que abusaron de su poder y crearon sin pensar en las consecuencias de destruir.-continuó con su mirada clavada en él.-Tu misión nos llevará a la paz que tú quieres... tan solo debes entregarme la luz de ese inmortal.-finalizó.
¬Aun no lo entiendo, maestro.-replicó.- Este inmortal era igual a mí, no hizo nada en mi contra y menos en la tuya.
¬Entrégamelo.-insistió.
   Catriel cedió finalmente. Echó su mano derecha hacia atrás e inspeccionó una pequeña mochila acoplada a su armadura. De ella obtuvo un recipiente azulado con grabados de gran calidad. Abrió su tapa que parecía estar enroscada fuertemente al resto del objeto. De su interior, un pequeño halo de luz rebotó hasta los grandes ojos que lo observaban, indiferentes. La luz se apagó entre ellos.
¬Bien.-dijo.-Uno más, Catriel. Tan solo queda uno y por fin podré ser libre, para poner orden en el universo, una paz duradera que es lo que tu quieres, ¿No es así?.-insistió.
¬¿Quién es el último?-`preguntó serio, ignorandole.
¬Mi hermana lo ocultó en un sucio planeta.-explicó con tono irascible.- Uno de los originales. Él lo llama Renovatio.
¬Así te lo traeré-dijo haciendo amago de darse la vuelta, interrumpido por la voz.
¬Pero he de advertirte de una trampa.-avisó.- Un guardián desertor posee algo que... necesito.-dijo sin querer dar más detalles.- Debes traerme al que llaman Séfiro, pero si Axel aun no conoce de su traición, tráemelo a él.-indicó.
   A Catriel le pareció extraño. Nunca había recibido tantas indicaciones para una misión que había repetido ya tantas veces.
¬Está bien.-dijo perdido.- Así lo haré.
¬Bien mi útil aprendiz.-dijo satisfecho.- Pronto obtendremos nuestra victoria.
   Catriel dio la vuelta a la vez que los ojos desaparecían en la oscuridad de nuevo, como si lo que hubiera tras ella hubiera cerrado sus dos pares de párpados. Se encaminó a su nave pensativo y a la vez dolido. Trataba de recordar algo que diera sentido a todo lo que hacía, que hasta ahora era en son de las palabras de aquellos extraños ojos.
   En silencio entró en la nave. El largo recorrido hasta el puente le sirvió para pensar en su nuevo objetivo, Axel. Este le parecía distinto al resto pues aquella voz le había dado unas indicaciones que nunca antes había recibido. Era como si tomara precauciones en cuanto a algo. También recordaba el planeta por las leyendas que le llegaban como flashes. Recuerdos mezclados en sueños en los que cinco inmortales luchaban entre sí mismos hasta destruirse, no solo a ellos, sino a todo lo que los rodeaba. Sin embargo, el nombre de Axel no le resultaba familiar en absoluto.
   Sus pasos resonaban entre las paredes de uno de los pasillos metálicos de la nave y parecían agolparse en fila para formar el eco lentamente. Catriel procuró no pensar más, al menos no hasta llegar al puente. Una vez allí, extendió su mano a la altura de su cintura hasta dejarla sobre un pequeño panel horizontal. La parte del traje que rodeaba su mano desapareció hacia atrás con un sonido metálico dejando ver su mano blanca en la que se marcaban algunas venas, propias de un cuerpo joven. El panel interactuó inmediatamente con su piel, iluminándose y poniendo la nave en marcha, que una vez salió de la zona de asteroides emprendió su viaje a unas increíbles velocidades.
   Ni la luz de las estrellas era visible desde donde Catriel se encontraba de pie. Ni si quiera un sonido. Esta inmutabilidad lo dejó retomar, inconscientemente, sus pensamientos. Trató de hilar todo lo que creía saber. Lo primero que recordaba era despertar en aquella roca, donde los grandes ojos brillaban. Tenía la armadura puesta aunque el casco estaba plegado hacía atrás, oculto. Su joven rostro estaba herido bajo el ojo, una herida sangrante y dolorosa. No recordaba nada más antiguo por si mismo, a no ser que decidiera creer lo que aquellos ojos de fuego le contaron. Le habló de una gran guerra contra su hermana, a la que tachaba de débil pues creó a los inmortales como armas contra él. Le explicó que era una de esas creaciones, pero que era diferente, que su misión era la de acabar con las aberraciones que concibió su hermana. 
   Catriel trataba de no confundir las cosas, sin embargo algo no cuadraba. ¿Por qué no recordaba nada de esa guerra?. Aquellos ojos nunca le respondieron por algún motivo, simplemente le indicaron donde estaban esos inmortales y los consumió, para entregarle la luz a su maestro. Eso es lo único que realmente sabía. Así recordó que esta vez no debía consumir al inmortal sino capturarlo. No le sería complicado pues aquellos ojos le habían proporcionado las armas necesarias para hacerlo hacía ya tiempo. Sin embargo era la primera vez que tenía que capturar uno. De alguna forma sabía que era un inmortal, pero cuando los apresaba y los consumía se sentía tan diferente... Sus gritos de dolor se agolpaban ahora en su cabeza. Nunca le gustó hacerlo, pero, era lo que se suponía que debía hacer al fin y al cabo. Aquellos ojos no le habían querido decir más, y él nunca se atrevió a preguntar.
   Una alarma invadió el espacio con su potente sonido alejando a Catriel de su absentismo. En unos segundos la nave se detuvo en seco, devolviendo al exterior su luz, que rozaba en los bordes del enorme planeta indicado. Más allá de él, a su derecha pudo observar una extraña figura toroidal, que rodeada de sombra le producía una curiosidad inevitable. Una curiosidad que alejó de inmediato pues no era a lo que había venido. 
   Más próximo al planeta, hizo descender la nave habiendo antes localizado a su objetivo, que parecía estar desplazándose en una lanzadera blanquecina, entre los pilares de la superficie. Al verlos un destello cruzó su mente. Era como si ya hubiera visto esos pilares, como si ya hubiera estado ahí antes, aunque parecía imposible. Alejó de nuevo esos pensamientos y cual cazador, se apresuró a preparar su nave, dispuesto a capturar a su última presa. 












jueves, 23 de octubre de 2014

Catriel.

  El humo dibujaba de nuevo a Axel y a Eva en un gran círculo de piedra elevado unos centímetros del suelo. A su alrededor los pilares se elevaban a poca distancia de sus bases y el cielo era oscuro. Ante ellos y sobre el mismo círculo se sostenía una pequeña lanzadera blanquecina con uno de sus laterales abiertos, como si ella misma los hubiese estado esperando. Juntos entraron en silencio a la cabina. Era más amplia de lo que podía parecer en el exterior y estaba iluminada por unas pequeñas luces blancas en la parte superior que contrastaban con sus paredes negras. No poseía ninguna ventanilla, tan solo una franja blanca en la zona media que parecía ser de cristal y desde la cual podía divisarse el exterior si te arrodillabas. Tomaron asiento el uno frente al otro y se miraron preocupados. No era propio de Séfiro convocar a todos los grandes en un mismo lugar, solía ser más discreto.
   La nave comenzó a ascender con su característico sonido, suave y limpio. Una vez a cierta altura comenzó su vuelo horizontal a gran velocidad, pasando junto a los pilares que brillaban tenuemente en la penumbra de la zona. Era reconfortante saber a dónde se dirigían. Ambos recordaban el gran espacio abierto que Séfiro utilizaba para sus "terapias", un gran circulo hundido en el suelo coronado por aros de piedra antiguos que desde lo lejos formaban un intrincado ovillo. No le gustaba aquel sitio, tan solo había recibido malas noticias en él, y claramente esta, no sería una excepción. 
   El tiempo pasaba en silencio, haciéndolo más lento de lo habitual. Podrían haber llegado fácilmente usando su poder, pero Séfiro insistió en que todos debían viajar en lanzaderas, a parte de que en tiempos antiguos diseñó los aros para que ningún guardián pudiese llegar de esa forma. Axel mantenía su mirada fija en la pared pensativo hasta que Eva rompió el silencio.
¬Acerca de lo del Peritéreo...-dijo sin saber como continuar
¬Creo que mientras no sepamos más, deberíamos ignorarlo.-respondió quitándole el tiempo para pensar en la continuación de su frase.-Es absurdo que nos comamos la cabeza por cosas que ni siquiera sabemos.-añadió riendo.
¬Alekai vino a buscarnos aquel día.-dijo como si se sintiera culpable.-Nos contó... lo tuyo.-dijo sin saber qué palabras utilizar.
¬¿Lo mío?-rió.-Pues espero que te hallas enterado para que me lo cuentes, porque yo no tengo ni idea de qué está pasando.
¬Nos dijo que debíamos encontrar...-se detuvo interrumpida por un estridente sonido que parecía provenir del exterior a su vez acompañado por un fuerte movimiento de la nave.
   Ambos rebotaron de sus asientos y trataron de no chocar el uno contra el otro. Parecía que la nave se estabilizaba de nuevo mientras  intentaban analizar lo sucedido. Miraban arrodillados a través de la franja transparente que recorría los laterales de la nave. Nada. tan solo podían divisar algo más de luz hacia el frente, lo que quería decir que estaban abandonando las zonas oscuras. Aun así, esa no era la dirección hacia Séfiro. Otro impacto rebotó en el interior de la nave con fuerza haciéndolos caer al suelo. Esta vez, fuera lo que fuera les había dado de lleno pues podían ver las llamas en los laterales. Se incorporaron y se agarraron con fuerza a lo que pudieron mientras la nave, sin piloto, comenzaba a descender bruscamente rendida ante la gravedad. La caída fue breve pero intensa, la adrenalina corría por sus cuerpos debido a la fuerte velocidad vertical y al fuerte choque contra el suelo, que dejó la nave prácticamente inútil. 
   Axel desplazó los restos calientes de la nave que se habían desprendido tras el impacto. Se levantó con cuidado de no dar contra el techo que se había hundido por su propio peso. Ofreciéndole una mano a Eva observo su situación, habían sido atacados en pleno vuelo. nunca le había ocurrido en un trayecto así pues nadie sería tan estúpido como para destruir una nave blanca. Colocó su mano en el medio de la abollada puerta y con un ligero movimiento esta salió disparada hacia delante dejando tras de sí una ligera estela de humo. Juntos salieron de la lanzadera dispuestos a enfrentarse a lo que fuera que hubiera atacado la nave. Esperaban piratas pues prosperaban en estas zonas sombrías atacando a las naves comerciales que se adentraban en la oscuridad. Sin embargo, lo que encontraron frente a ellos no eran in mucho menos piratas. A contra luz, en el borde de la zona oscura se elevaba una ostentosa nave puntiaguda completamente negra salvo por algunas luces que destelleaban de vez en cuando. Parecía que se acercaba hacía ellos lentamente, apuntando sus armas visibles hacia ellos.
   La nave oscura pareció detenerse y descender unos metros, sobre ella sobresalían cuatro puntas muy parecidas a los pilares. Axel y Eva se encontraban paralizados. Jamás habían visto algo así en Renovatio. Bajo la nave, una compuerta produjo un sonido metálico a la vez que se abría. De ella, una figura irreconocible saltó verticalmente hasta caer de rodillas en el suelo duro y árido. Axel se estremeció y notó como Eva también lo hacía. La extraña figura avanzó hacia ellos lentamente levantado el polvo negruzco del suelo. De una de sus manos parecía extenderse una espada que, una vez divisada por Axel, pareció introducirse en su propio brazo. 
   La figura ya era reconocible. Dos brazos, dos piernas y una cabeza, todos ellos envueltos por una gloriosa armadura negra recubierta por trazos luminiscentes blanquecinos. Su casco, lleno de elementos puntiagudos tenía una lámina verdosa en la parte en la que deberían estar sus ojos, su nariz y boca. Su postura era recia y seria, parecía que llevara ahí toda una vida, inmutable. Sin embargo, acababa de derribar su nave y había descendido de la suya para,-no tenía ni idea de para qué.-
¬Vaya, vaya...-dijo el extraño.-No me esperaba verte con amigos...-Sonaba como si lo conociese desde hacía mucho tiempo. Axel, no respondió. Sentía la fuerza que su cuerpo desprendía y sabía que sería una locura enfrentarse a él ahí mismo, si esque era enemigo. Miro a Eva y con una mirada completamente estricta le ordenó que se marchara. Eva conocía esa mirada y sin más aviso se evaporó de la escena dejándolos solos. Si no avisaba a los demás de este extraño quién sabe qué podría suceder.
¬¿No se queda?-dijo sarcástico.-En fin... no importa, eres tú a quién buscaba.
¬¿Quién eres?-preguntó decidiéndose por fin a entablar conversación. Segundos después, el casco de su acompañante comenzó a fracturarse en pequeñas lineas que viajaban hacia la parte trasera de su cabeza, quedando ocultas y mostrando su rostro.
¬Mi nombre es Catriel.-dijo con su voz grave. Aun así Axel no le prestó gran atención pues estaba embobado mirando sus ojos, posiblemente, los más bonitos que había visto. Verdes, parecían tener luz propia, como si chillaran junto con su pelo negro. Tras la pausa, Axel respondió.
¬Yo soy Axel.
¬Sí... eso ya lo sabía.-dijo caminando hacia delante.-Mira, he tenido esta conversación demasiadas veces ya como para molestarme en que parezca interesante...-terminó parándose. 
¬¿Demasiadas veces?-preguntó enfadado.-Pues yo no la he tenido, así que explícate
¬Verás, en realidad no te busco a ti, sino a tu mentor...-prosiguió.- No recuerdo su nombre... Sáfiro... Éfero quizá...
¬¿Séfiro?-corrigió sorprendido.-¿Qué quieres de él?
¬Oh, de momento nada según veo...-dijo decepcionado a la vez que giraba la cabeza hacia su nave.-Voy a tener que pasar al plan B.
   Catriel elevó su mano derecha haciendo que su negra nave se moviera hacia ellos. Parecía lenta y torpe sin embargo también parecía robusta y fuerte. 
¬Voy a tener que pedirte que me acompañes.-dijo mirando a Axel de nuevo.
¬¿Así?, ¿A dónde?-dijo sanando sarcástico. Un sarcasmo que se acabo en el momento en que de la nave se desprendía un potente rayo azul que tras unas centésimas de trayectoria lo alcanzaba de lleno. Normalmente esas armas no le producían ningún efecto, pero esta era diferente. Sintió como si lo hubiera atravesado por completo una espada ardiendo. Se tiro al suelo lleno de dolor, incapaz de reaccionar.
¬Verás, no es nada personal.-continuó, avanzando hasta él.-Simplemente hago mi trabajo. Soy, por así decirlo, un empleado. Y resulta que mi jefe te quiere a ti.-dijo sonando aterrador.
   La nave se situaba ahora sobre ellos. Axel seguía en el suelo, no recordaba un dolor así desde hacía tiempo. De ella se desprendió una lanzadera aerodinámica que compartía el mismo color de la nave. Descendió junto a ellos hasta quedar a unos metros del suelo. Sus propulsores levantaban el polvo seco de la superficie. Catriel bajó de la parte inferior de la pequeña nava unas fuertes cuerdas plateadas. Estaban claramente preparadas para capturar a gente, esta vez a Axel, a quien ató concienzudamente para que no cayera de camino a su nave. Catriel, molesto por el viento volvió a desplegar su casco, que hacía que su vos sonara embotellada, lo cual producía un ambiente mas aterrador.
¬De verdad siento que esta sea la única manera.-inquirió.-Pero todos intentáis luchar y eso no puedo permitirlo, a él no le gusta que lleguéis estropeados...-continuó, aun con Axel en el suelo, envuelto por las cuerdas.- Aunque ha puesto gran interés por ti, dice que eres diferente... a mi, personalmente, no me lo pareces.-opinó.- A todos nos llega la hora Axel, parece que el momento de reunirte con tu creador.
   Alzó la mano de nuevo y la lanzadera elevó a Axel hasta la nave nodriza, a la que de un gran salto llegó Catriel sin gran esfuerzo. Introdujo al destrozado Axel en un gran recoveco de metal, cerrado por unas barras luminosas que giraban. No podría salir de ahí, al menos no con su poder. Catriel lo dejó sin inmutarse y se dirigió a la amplia zona delantera de la nave. sin ningún tipo de movimiento la nave comenzó a elevarse y a avanzar oblicuamente. Los picos de su parte superior se cerraban y las armas con las que había derribado la lanzadera de Axel minutos antes desaparecían en el interior. Ya por encima de todos los pilares se encaminaba hacia la atmósfera, dispuesto a cumplir su último trabajo.













miércoles, 22 de octubre de 2014

Lo que llegue.

   Axel despertaba de nuevo. Estos últimos días habían sido un incesante bucle de dormir y despertar de nuevo. Todas sus preguntas estaban ahora lejanas, ausentes. Aun sin respuesta parecían haber abandonado su mente para no volver nunca. Su indiferencia hacia ellas crecía.
   Giró la cabeza para ver a Eva asomada en un amplio balcón de piedra blanca. Las vistas eran impresionantes desde él pues se podía contemplar la lujosa ciudad dorada de Krepta, una de las gloriosas ciudades de los pueblos de la tierra. más allá de la ciudad se veían las llanuras áridas sobre las que se erguían los pilares hasta donde la vista alcanzaba. La brisa entraba suavemente por el espacio que el balcón dejaba en la pared acariciando a Axel. Era un aire frío, propio de épocas de cambio. Muy oportuno.
   Decidió incorporarse sobre la cama en la que se hallaba. Las paredes ascendían hasta una gran cúpula, que a gran altura, coronaba la sala. La recordaba, era una de las habitaciones del palacio de la ciudad. Uno de los palacios más hermosos que Axel había visto. siempre quedaba impresionado por la complejidad de sus arcos y columnas que se enroscaban en cada muro y en cada techo. Bajando la mirada por una de las paredes se encontró con la de Eva que lo miraba contenta a la vez que se acercaba a él.
¬¿Por fin te despiertas?-dijo graciosa.-Te habrás quedado a gusto...
¬Ya ves...-respondió.-Siempre me ha gustado dormir.
¬Dormir está bien.-dijo sentándose junto a él.
   Ninguno de los dos quería hablar del Peritéreo, lo que había pasado allí parecía ahora un recuerdo borroso que quisieran eliminar.
¬¿Dónde está Zayro?-preguntó como si tratara de evitar sacar el tema.
¬Séfiro ha convocado a los guardianes.-respondió sincera.
¬Entonces, ¿Qué haces aquí?-rió pues ya sabía la respuesta.
¬Jamás haré caso a ese viejo-refunfuñó. Era justo lo que Axel esperaba oír.- No sé que es lo que le ha alarmado tanto pero nos ha convocado a todos.-añadió borrando la risa del rostro de Axel.
¬¿A todos?-preguntó serio.
¬A todos Axel.-respondió finalmente.
   La reconfortante sensación que Axel tenía desapareció en seguida. Era ese momento en el que comprendía que algo malo de verdad pasaba para que Séfiro se alarmara de tal forma. Casi ni recordaba la última vez que convocó a "todos" a lo que Axel denominaba "pequeñas terapias de grupo" despectivamente. Estaba harto de tanta confusión.
   Frustrado, se levantó y se dirigió al gran espejo que se encontraba junto a una de las ventanas. Su aspecto no había cambiado aunque casi ni se reconocía. Estaba despeinado aunque su pelo seguía apuntando al cielo salvo por un par de mechones rebeldes. Satisfecho se dio la vuelta para mirar a Eva. Sabía que ambos compartían el mismo pensamiento. Juntos desaparecieron de la sala sin más, succionados por el humo negro que poco a poco envolvía el espacio hasta desaparecer de nuevo.












domingo, 19 de octubre de 2014

El Peritéreo.

Abrió los ojos. De alguna manera había conseguido dormir un poco, a pesar del incesante traqueteo de la nave. Esos últimos días habían sido bastante duros y estaba tan cansado que sentía que podría dormirse en cualquier parte. Buscaba desorientado alguna cara conocida, a la vez que recordaba qué hacía ahí dentro. "Estamos llegando" dijo una voz cariñosa que resonó a través de las vibraciones de la nave. Axel, siguiendo la dirección del sonido, pudo ver a Zayro que lo miraba con la misma cara sonriente con la que lo observaba siempre. Al cabo de unos segundos recordó su destino lo cual lo hizo sentir nervioso, "Qué estaba pasando" era una pregunta que había formulado tantas veces que hasta le daba la risa el preguntárselo. "El Peritéreo, así lo llamó él" pensaba ausente, ignorando el gran vacío que se extendía más allá de las ventanillas. Sin ningún tipo de explicación, apareció sin más, como quien se presenta a una fiesta horas antes sin ni siquiera haber sido invitado. Según la información que el joven Alekai le proporcionó, lo que fuera que hubiese en ese objeto, a Axel no le iba a gustar lo más mínimo.

Delante de él, Zayro y Eva discutían sentados en los controles de la nave. Parecía que trataban de deducir a dónde se dirigían, pero Axel estaba tan aturdido aun que las palabras parecían derrumbarse a medida que viajaban hacia él.

Por fin, decidió levantarse y unirse a sus compañeros. El corto viaje hacia ellos se le hizo largo ya que trataba de no tropezar debido a las vibraciones. Rápidamente Zayro le hizo sitio junto a él, echando su cuerpo hacia un lado. Los tres se colocaron frente a la ventana delantera observando la extraña forma del objeto. Eva y Zayro dejaron de discutir pues Axel lo odiaba, dejando así la cabina en silencio, salvo por el ya molesto traqueteo, que no cesaba. Sin embargo, a pesar de él, ahora Axel no podía evitar fijarse en la extraña forma del Peritéreo cuyas curvas parecían reflejar algo de luz. A su juicio, se parecía a una rosquilla, quizá algo más estilizada, aunque no lograba verlo con exactitud puesto que nubes de polvo lo recubrían desdibujando sus bordes, al mismo tiempo que la luz proveniente del Origen los dibujaban de nuevo.

A medida de la nave avanzaba en silencio a través del vacío, las líneas del toroide crecían, haciéndose colosales a ojos de Axel. Justo en el medio de la estructura se extendía una larga y estrecha línea horizontal que irradiaba luz blanca. Los rayos eran tan luminosos que por más que cerraba los ojos, Axel no lograba distinguir nada de su interior.

Una vez estuvieron a una considerable distancia Eva detuvo la nave, que dejó de vibrar. Axel sintió que flotaba tras el largo y pesado viaje de movimientos y ruido. Nadie dijo nada, simplemente observaron su objetivo como un perro cansado sin saber qué hacer. El silencio se turnaba con el sonido de sus respiraciones fuertes y rápidas.
¬Bueno, ¿Y ahora qué?-dijo Zayro rompiendo el silencio. Parecía que la profunda oscuridad que rodeaba al Peritéreo hubiera consumido su sonrisa que aun trataba de mantener.
¬No tengo ni idea.-dijo Axel al cabo de un buen rato mientras continuaba con los ojos fijados en el toroide.
¬Yo tampoco tengo mucha idea, pero quedarnos aquí a mirarlo no creo que sea lo más útil.- refunfuño Eva que mantenía las manos en el volante de la nave.
¬No sabemos lo que hay dentro,-dijo Zayro molesto.- ¿Qué quieres, que nos metamos en ese chisme sin más?
¬¿Y para qué hemos venido entonces?-respondió fulminante.
Zayro prefirió no contestar al ver la mirada de Axel, que parecía decir que como empezaran a discutir otra vez los echaba fuera de la nave.

Sin más, volvieron al silencio, que parecía extenderse como una epidemia a través de la cabina. Desde que subió a la nave, Axel no se encontraba bien. Las palabras de Alekai no habían cesado de rondarle, como buitres acechando a su carroña en el aire. ¿Qué sería aquello que aguardaba  en el interior?. La curiosidad se tornaba en miedo rápidamente creando una molesta sensación de inseguridad. Desearía estar en cualquier parte menos ahí. Ni siquiera la presencia de Zayro lo reconfortaba en esa situación.

¬Parece que se entra por ahí.- dijo Eva que casi sonó ansiosa por entrar.
¬No me digas genio...-le respondió Zayro consciente de sus intenciones. Eva le respondió con una mirada penetrante con sus dos grandes ojos azabache.-No deberíamos entrar.-dijo volviéndose hacia Axel que seguía mirando al objeto.
¬Entraremos.-dijo Axel con una poco usual rudeza. Zayro pareció molesto pues nunca le había hablado de esa forma. Eva acarició el pequeño panel que se abría ante ella haciendo que la nace recuperara su traqueteo.

A medida que la lanzadera se acercaba al toroide la luz parecía más y más potente, como si alguien hubiera introducido un sol en el interior, Antes de que Axel cerrara los ojos por completo ya estaban en su interior. Las  vibraciones que los habían acompañado durante el trayecto habían cesado por completo, como si se hubieran quedado atrapadas en la franja de luz que ahora quedaba tras ellos para ofrecerles un paisaje totalmente distinto. La estructura era hueca y ahora se encontraban sus pendidos en una enorme sala que parecía recorrer el perímetro interior del objeto. Ante ellos, la forma externa del Peritéreo parecía duplicarse. la nave avanzaba a través del silencio que parecía cobrar forma en ciertas ocasiones. El nuevo toroide, más esférico, poseía también una franja de luz, esta vez mas ancha y menos luminosa.

Lentamente atravesaron la franja de luz y observaron como un suelo liso se extendía hasta quedar oculto en la oscuridad que habitaba en el interior. Eva aterrizó la nave lo más cerca del borde que le fue posible bajándola lentamente hasta que esta toco el suelo. Juntos bajaron de la lanzadera y respiraron el aire del interior. Era seco y parecía que a cada inspiración la oscuridad del lugar se iba con ellos. La sensación de pequeñez que sentían era indescriptible, al borde de un abismo en el que a lo lejos la única luz era la de la franja que habían cruzado y algunas lucecitas en la pared. Más adelante ni siquiera había luz. las paredes que eran malamente visibles parecían retorcerse en todas direcciones, como si fueran de goma. Axel sentía que iba a estallar.
¬¿Y bien?-dijo Eva nerviosa.
¬Dijo que debía entrar solo- respondió provocando una enorme cara de desaprobación por parte de Zayro.
¬¿No pensarás entrar ahí, verdad?-le advirtió preocupado.-No sabemos que se esconde en esa oscuridad.
¬Tú espérame aquí por si tenemos que salir corriendo.-le dijo a la vez que fingía una pequeña risita.

Axel dio media vuelta hacia las tinieblas y comenzó a caminar. Era como si algo en el interior lo estuviese llamando. Por el momento decidió ignorarlo y caminar en la oscuridad, haciendo que sus pisadas fueran ahora el nuevo sonido molesto. Simplemente esperaba que fuera lo que fuese lo que lo aguardaba le otorgase alguna respuesta.

Sus pasos continuaban resonando y ni siquiera él sabía cuanto tiempo llevaba caminando. Al dar media vuelta no podía distinguir a sus amigos que quedaban tras la oscuridad de la sala. Poco a poco Axel conseguía ver algo entre la sombra, pero no gracias a sus ojos, parecía que la estancia se iluminaba pasando de oscuridad total a penumbra. Una luminosidad suficiente como para contemplar que ante él se erguía un inmensa puerta de piedra, en cuyo centro se grababa un escudo que Axel jamás había visto antes. Ni siquiera tuvo que detenerse pues la puerta se abrió liberando partículas en el ambiente, cargándolo aun más. Cada pieza de la puerta retrocedió hundiéndose en la oscuridad, dejando tras ella una gran estancia.

Axel atravesó el gran umbral y observó lo que inmediatamente le recordó al templo del Trium. Una sala custodiada por seis colosales estatuas inmóviles. A la vez que custodiaban la zona parecían soportar todo el peso de la galería cuyas paredes habían sigo grabadas cuidadosamente con una escritura que ignoraba. En el medio de la sala, sobre un podio esférico, se elevaba un altar de piedra blanquecina. Axel se sentía mal, algo lo empujaba hacia delante a la vez que deseaba regresar con sus amigos. impulsivamente decidió acercarse al altar y contemplar el libro que sobre él descansaba. Hacía mucho tiempo que Axel no veía uno, y este estaba perfecto, abierto por la mitad y escrito aparentemente a mano. Axel leyó con miedo.

"Quizás sería conveniente comenzar con un hola, pero eso implicaría terminar con un adiós, y odio decir adiós. Mi nombre es Desay y lo que voy a contarte probablemente no te va a gustar, pero seguro que eso ya lo sabías cuando entraste aquí. Vivía en un planeta lejano, azul. Era hermoso como la brisa soplaba cada mañana y llovía cada tarde. Ahora lo recuerdo todo, justo ahora, cuando más inútil parece recordar. Iré al grano. Todo universo, necesita un equilibrio Axel, un equilibrio que la naturaleza misma soluciona mediante la creación de opuestos de forma constante. Toda tu vida creíste que Isis era el orden, el equilibrio mismo y trascendente, pero ella no es más que otra cara de la moneda. Si hay orden, debe de haber un caos. Remontarme a la historia tan solo nos haría perder el tiempo, y a mi, ya se me ha agotado. Quizás algún día descubras lo que ocurrió antes de que los Cinco vieran la luz, o antes de que el mismísimo origen se abriera... Demasiado, quizás. Sin embargo ahora tan solo me queda tiempo para decirte a ti, Axel, que yo, soy tú.
Viví 35 años en mi planeta natal, en paz. hasta que este extraño artefacto se presento a nosotros. Lo vimos como una señal de esperanza, pero no era más que una pedida de socorro. Aprendimos a entenderlo y vimos como el caos lo destruía todo a su paso. El toroide nos lo enseño todo acerca del universo, su origen, sus limitaciones y secretos, todo. 
Tiempo después, como él nos dijo, comenzamos a morir poco a poco. La luz del universo se apagaba lentamente sumiendo cada parte del mismo a una absoluta oscuridad. El toroide carecía del poder para crear nuevos seres que defendieran el universo, a la luz. Isis no podía crear más almas.
En el último suspiro de mi mundo, la que llamas Isis, me habló. Se presentó a mi y me pidió que entregara mi alma... ¿Por qué yo?, eso fue lo que pensé supongo. Nunca me lo dijo. Tan solo me montó en el toroide, y me dijo que escribiera esto para ti, que soy yo, un yo que no recordará nada de su vida pasada, del alma mortal que una vez fue. Me ha dicho que mi alma más la mitad de la suya conformarían algo nuevo, una última esperanza contra el caos. Eso espero Axel, porque si por algo he luchado toda mi vida, ha sido por preservar la esperanza en que la luz siempre aparece entre la oscuridad.
Sé que deseas más respuestas, y las tendrás, pero a su tiempo. Ahora debes centrarte en preservar el orden, es lo más importante en este momento. Y parece que ya estoy legando a mi destino... Vaya... es extraño saber que vas a morir, o al menos algo parecido. 
Buena suerte Axel."

Axel dejó caer el libro que ahora sujetaba con ambas manos. No había más escrito en ninguna otra página. Se sintió como si todo tras él se derrumbara, como si nunca hubiera conocido una mera verdad. Simplemente lloró.

Tras él, pasos se acercaban deprisa, creando un nuevo sonido en la sala. Era Zayro, que corría hacia Axel que ahora se hallaba de rodillas en el suelo. Tras él, corrían Eva y Alekai, que no lograban alcanzar a Zayro. se agachó junto a su amigo, cuyos ojos lloraban sin mostrar ningún tipo de expresión. No sabía que decir así que lo abrazó como si fuera consciente de todo lo que Axel había leído en el libro, el cual había desaparecido ante él en una bola de humo blanquecino. Axel decidió ceder al abrazo de su amigo y sentir como este lo consolaba. Sin duda se sentía mucho mejor a su lado, y con Eva, que se había agachado a acariciarle la cabeza.

¬Eres la persona con el llanto más feo que conozco.-mintió Eva sonriendo.
Axel sonrió con los ojos aun cerrados y con la cabeza apoyada en el vientre de Zayro. Se sintió tan cansado que ni si quiera lo pensó, simplemente se quedó totalmente dormido. Para su sorpresa se sentía aliviado, una sensación que lo hizo caer rendido ante sus amigos y Alekai, que observaba tímido la escena que ya sabía que ocurriría. Axel durmió con un sentimiento nuevo, el de que  junto a sus amigos, no se rendiría ante nada. Una promesa que pensaba cumplir.